El Perú está de luto. Dos jóvenes ciudadanos que en uso de sus derechos expresaban en las calles su rechazo al golpismo mafioso y a Manuel Merino, alias presidente, han caído víctimas de un bien calculado y siniestro plan represivo craneado en el palacio de Pizarro; en tanto que otras decenas de manifestantes, también masacrados por los esbirros de los usurpadores del poder, luchan en diferentes hospitales de Lima por recuperarse de las acciones criminales de los represores.
El mejor homenaje que se les puede rendir a nuestros héroes es persistir en la lucha, exigiendo investigaciones sumarias para todos los responsables de esos crímenes, comenzando por los golpistas mafiosos que en defensa de sus intereses particulares patearon el tablero de la institucionalidad constitucional para usurpar el poder y establecer un gobierno ultraderechista que sirviera al gran capital, y a las fuerzas oscuras que han hecho del país su coto de caza.
Esa reacción popular, a lo largo y ancho del territorio nacional, ha colocado al golpismo contra las cuerdas. Cuando escribimos estas líneas se conoce oficialmente de las renuncias de varios de los fantoches que hacían de ministros de la usurpación. En tanto que los repudiados directivos del cuchitril congresal han tirado también la toalla, tratando de salir airosos de la tremenda crisis política generada por el asalto al poder.
En otros términos, el levantamiento de todas las sangres del país, y el aislamiento internacional del golpismo, les quitó legitimidad, base social, puntos de apoyo. Solamente cuentan con el respaldo de las fuerzas armadas y policiales, éstas últimas hoy con las manos ensangrentadas por la brutalidad de su accionar represivo.
La última palabra, sin embargo, todavía no está dicha. Hay muchos intereses en juego. La Confiep, por ejemplo, y otros gremios del gran capital, se alinearon rápidamente con el golpismo y alimentaron sus ambiciones, tratando de pescar a río revuelto. Del mismo modo, todos los traferos que se parapetaron en el congreso para seguir amasando fortuna o para driblear sus cuentas con la justicia, no van a soltar fácilmente la mamadera. Y lo mismo podemos decir de los hombres y mujeres de la caverna que el golpismo rescató de sus invernaderos para colocarlos al frente de los ministerios, la mayoría de ellos con hojas de vida bastante rochosas.
No nos distraigamos con el recule de las fuerzas partidarias que apostaron por la vacancia presidencial. Asustados por la insurgencia de las masas, hemos visto a los capitostes de APP y de Acción Popular tratando de lavarse la cara mientras que otras tiendas como la de la señora Keiko, comprometida hasta el tuétano con el golpe, ha perdido la voz; como también no hablan ni oyen otros espantapájaros que aspiran a la presidencia como los señoritos De Soto y Barnechea, y el mismo Urresti, que muy oportunistamente pierde por momento su locuacidad lumpen.
Para terminar, quiero destacar lo siguiente: Los pueblos alzados a la lucha casi espontáneamente, y sin liderazgos visibles deben tratar de resolver rápidamente ese vacío de representación, para ingresar con el pie en alto a la discusión de una salida democrática a la crisis, llevando no solamente la fuerza del movimiento, sino también la de una propuesta de bases que tenga en cuenta las exigencias del momento, con la expulsión de palacio de Manuel Merino, alias presidente en primer lugar; pero asimismo con el filo de una visión de futuro, cara a las mayorías nacionales.
Lo viejo está muriendo ante nosotros, lo nuevo, que se expresa en el levantamiento popular de estos días puede estar anunciando un amanecer.
Puente Piedra, noviembre de 2020
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