Vivimos momentos trascendentales en la historia del Perú. Una nueva generación de jóvenes ha irrumpido multitudinariamente en el escenario político. No lo ha hecho, aceptémoslo, convocados por los partidos en crisis. Han salido a las calles y plazas indignados por el denigrante espectáculo de los viejos representantes del orden caduco arranchándose el poder. Esa generación de jóvenes, que ya ha sido bautizada como "la generación del bicentenario" no se mueve, sin embargo, bajos los apolillados cánones establecidos por nuestros abuelos. Son multitudes de iconoclastas que visten sus propias ropas, tienen sus propios lenguajes, su propia simbología, sus cantos, su música, su manera futurista de ver el mundo; y sobre todo, poseen sus propias formas de autoconvocatoria tejidas a través de las redes sociales electrónicas, que han reemplazado a los clásicos llamados de la partidocracia y sus propias c olectividades. No minimizamos la labor de los partidos de vanguardia, ni tampoco la de sus líderes. Pero creo que así como ocurrió en Chile, ninguno de esos partidos puede arrogarse influencias mayores en las multitudes que están saliendo a manifestarse, a lo largo y ancho del territorio nacional.
Algo más. Tampoco subestimamos la presencia de adultos y adultos mayores en los escenarios del combate callejero de estos días, pero no podrán negar que en MIraflores o Puente Piedra, en Chimbote como en Chachapoyas, en Pucallpa como en Moyobamba y Madre de Dios, en Huaraz como en Tumbes, Ayacucho, Trujillo...la voz cantante, el toque del sabor contestatario la ponen esos nuevos ciudadanos; estudiantes la mayoría de ellos, pero también hombres y mujeres que ni trabajan ni estudian, son justamente las hechuras del orden caduco que esos jóvenes están negando en los hechos.
Aquí quería llegar. La crisis política a la que asistimos, la más grave de los últimos tiempos, está evidenciando la agonía de un régimen politico que ya no da más, golpeado, chaveteado, torturado, perforado, por quienes en las últimas décadas se han presentado como sus más caros defensores. Estoy hablando de la vieja democracia, que nació tullida en el siglo XIX, pero que en los tiempos que corren ha sido vilmente violada. La lucha por el poder que se está librando en estos días y en la que están comprometidos no solamente los mafiosos que fungen de gobernantes, sino también la flor y nata del gran empresariado lumpen o no, revela a todas luces cuan erosionada está la democracia establecida. Cada cual juega su propio partido, defiende sus propios intereses, mientras los trentaitantos millones de peruanos se enfrentan al coronavirus, al dengue, a la difteria, al desempleo, al hambre, a las mafias que hacen flecos los territorios de los pueblos andinos y amazónicos.
Esa democracia ya no nos sirve. En el 2001, Valentín Paniagua, ante la comunidad andina decía que "nuestros pueblos no quieren ya democracias gobernadas, enfeudadas al arbitrio y discresión de sus representantes. Anhelan democracias gobernantes, esto es, abiertas a la participación permanente del pueblo por la vía de la concertación, del diálogo y el consenso...Es perentoria, pues, una activa prédica ideológica y política que gane conciencias y voluntades". Con anterioridad, en el año 2000, al asumir la presidencia del congreso, luego de la huida de Fujimori, Paniagua había hablado de la imperiosidad de redemocratizar el país, de recuperarlo éticamente.
La agonía no aparece pues con el golpe contra Vizcarra - otro zarandeo constitucional- viene desde mucho tiempo atrás. Y aunque las juventudes batalladoras de estos días no sean conscientes de ello, su presencia en las calles y plazas del país, está anunciando un nuevo amanecer democrático, una nueva forma de participar en la conducción del país. Los jóvenes se han volcado a la lucha haciendo uso de su libre albedrío, asqueados de lo que pasaba en las alturas del poder establecido, pero también lo han hecho desde sus propias colectividades reales o virtuales, y poniendo en tensión todas sus fuerzas creativas.
Y ya se bajaron al usurpador Merino, y ya pusieron de vuelta y media los cotarros del poder en el Perú...
Perú, noviembre de 2020
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