lunes, 7 de octubre de 2019

¡CONOCE A TU ENEMIGO!



I
En las academias militares, o en los cursos de gerencia y marketing, y con mayor razón en los de consultoría política, un texto de cabecera es El arte de la guerra, del estratega y filósofo chino Sun Tzu. Y entre las múltiples lecciones del autor, sobre las cuales repiquetean siempre los profesores, la que se lleva los palmarés es aquella que dice:"Conoce a tu enemigo como a ti mismo y podrás pelear cien batallas sin un desastre".

Gran verdad. Si el fujiaprismo y sus aliados, aunque sea por curiosidad, se hubieran acercado al texto citado, hoy  no estarían rumiando su derrota a manos del presidente Vizcarra, a quien despiadadamente ningunearon, sin conocerlo; para después, al borde del precipicio, demostrando otra vez su ignorancia supina, calificarlo de comunista o castrochavista sin fundamento alguno, llevados únicamente por un afán liquidacionista. Al principio, como al final, tampoco la achuntaron.

En política hay que conocer al adversario. No se trata únicamente de estar al tanto de sus coordenadas ideológicas y políticas, también hay que saber medir sus fortalezas y debilidades, su manera de actuar, su experiencia política, profesional e individual, su manera de ser, sus afinidades, complejos, prejuicios, aficiones, sus círculos de amigos. En este sentido Vizcarra tiene una hoja de vida nada desdeñable, y un trajín político donde asomaron constantes: serenidad, relaciones directas con el pueblo, tozudez, audacia, identidad con su tierra, sus gentes...aspectos nada despreciables a la hora de una confrontación.

¿Se acuerdan cuando en el último desfile militar dejando a un lado el protocolo - ante la chilla de Violeta- fue a comerse unas golosinas al lado de su familia? Pues ese es el Vizcarra querendón, amante de su tierra, de sus costumbres, de sus tradiciones. Un provinciano, al que la "mancha blanca" de PPK llamó a filas, pero solamente para cubrir las apariencias: habían muchos blancos, necesitábamos un provinciano, confesaría Bruce. Al igual que el fujiaprismo tampoco se tomaron la molestia de examinar a la persona.
II

Y este es, según los biógrafos de Vizcarra - revisen los textos de Rafaella León, Marco Sifuentes y Martín Rielp sobre el particular- uno de los rasgos más interesantes del presidente. Es un provinciano, un moqueguano, a mucha honra, cansado como muchos otros hombres y mujeres de tierra adentro, de los abusos, atropellos y maltratos del centralismo, del racismo, de las burlas limeñas, o en el caso concretito de Vizcarra, de las bromas pesadas de tacneños y arequipeños. No es casual que su entorno de confianza esté formado por sus paisanos, en quienes confía ciegamente porque ya los probó cuando fue presidente del gobierno regional de Moquegua. Confianza ratificada luego del choque a muerte con el fujiaprismo, aunque con sorna un comentarista haya escrito que "ahora va a gobernar desde el club Moquegua".

Ese detalle, aparentemente secundario, es clave en la praxis de Vizcarra. Mientras otros funcionarios de alto nivel prefieren los encopetados asesores y ministros cargados de grados y títulos, aunque sin experiencia viva, directa con la gente, el actual presidente, sin perder de vista las calidades académicas y profesionales, en el caso de su entorno prefiere darle luz verde a los hombres y mujeres fogueados en los encontronazos con la población. El mandatario, recordemos, fue uno de los héroes del "Moqueguazo", que le permitió a Moquegua, en junio del 2008, arrancarle a Arequipa la parte del canon minero que técnicamente le correspondía, pero que le era negado.

Rafaella León ha escrito: "Durante esas jornadas de movilización masiva en Moquegua, Vizcarra aprendió las claves de la negociación. Ayudó en ese sentido su carácter pasivo. Ante una crisis jamás se altera. A través de la radio y luego frente a miles de manifestantes...explicó la manera en que debía encaminarse una solución". (Vizcarra, retrato de un poder en construcción, Debate, Lima, 2019, p.63).

En ese conflicto, como en su gestión como gobernador de Moquegua, el actual presidente nunca ha dejado de lado ese vínculo vivo con el pueblo, tal y como lo vemos ahora. Con su población en la mano pechó a la Southern para lograr un apoyo financiero para su proyecto educativo con el que se posicionaría a nivel nacional e internacional. La negativa inicial de la empresa no lo bajoneó, al contrario, lo alentó a persistir hasta lograr doblarle el brazo a la minera.

En el desarrollo de las pechadas de Vizcarra al fujiaprismo congresal, fue acusado de agitador por su postura ante el conflicto de Tía María. Si hubieran auscultado su personalidad, se hubieran dado cuenta que ese es uno de los rasgos que lo caracteriza. En Moquegua, en las movidas políticas trascendentales cogía el micro de las radios de su región para agitar a las masas y arrastrarlas a la pelea.

En el citado texto de Rafaella León, uno de los testigos de esas perfomances dijo que en el impasse con la Southern, Vizcarra prometió ponerse  a la cabeza del movimiento, pero luego de arengar al pueblo buscando su respaldo. "Si ustedes no dicen nada, a mi no me pidan ni me exijan cosas que no se pueden hacer, la población tiene que manifestarse", sermoneó en la radio.


III

Vizcarra no es un antisistema, al contrario es un defensor del mismo, como de la Constitución del 93. Ayer mismo, en sus primeras declaraciones públicas luego de la disolución del congreso ha dicho que "la política económica del gobierno se sustenta en promocionar la inversión privada" (El Comercio del 6 de octubre de 2019). No hay que ser un gurú para entender que esta declaración se orienta a calmarle los nervios al gran empresariado, que justamente ayer, a través de un editorial del mismo diario, expresaba sus inquietudes por lo que llamó la defensa de los "pilares económicos fundamentales", uno de los cuales es precisamente la inversión privada, a la que se debe salvaguardar  de cualquier intento estatal de participación en actividades empresariales, según confesó el escriba.

En ese contexto cobra fuerza la apreciación de Alan Fairlie alertando a los trabajadores y al país: de que se ha disuelto el congreso, pero no la política económica neoliberal, en la que el fujiaprismo congresal  y el ejecutivo coincidían. Empero, fiel a la concepción que maneja desde hace tiempo y que le genera contradicciones con los sectores más retardatarios y angurrientos de la gran burguesía, el presidente Vizcarra en el reportaje arriba anotado ha indicado que él está a favor de la inversión privada, pero "siempre pidiendo una sustentación ambiental y social". Su prédica a favor de un reconocimiento pleno de ciudadanía a todos los peruanos, efectuada recientemente en Pucallpa, va en ese mismo sentido, marcando así la diferencia con el pensamiento García, que en su reconversión neoliberal, y en su desvarío para favorecer a troche y moche las actividades extractivas en la Amazonía peruana, llegó a calificar de "ciudadanos de segunda"a los pueblos indígenas.

La fuerza que Vizcarra le ha puesto a la lucha contra la corrupción, a cuya sombra  fiscales y jueces se han llevado de encuentro a señorones de la gran burguesía hasta ahora intocados, pero que estaban embarrados hasta el cuello en los trapicheos de Odebrecht, no ha sido del gusto de los sectores empresariales que hegemonizan la Confiep. Tal es así que en las declaraciones públicas de dicha entidad, tal tema no les merece ninguna linea. No es extraño por ello que ante el desenlace del choque Ejecutivo-Congreso, el gremio empresarial se haya ubicado en las filas de quienes defienden a esta última instancia de poder.

IV

Vizcarra sabe que para la Confiep no es santo de su devoción. Cuando la periodista de El Comercio le pregunta por ese distanciamiento, fiel a su estilo, responde: "Una cosa es tener la confianza del empresariado y otra cosa es tener la confianza de la Confiep. Nosotros si tenemos la confianza del empresariado, que sigue creyendo y sigue invirtiendo en el Perú". Este divorcio formal entre uno y otros, no debe hacernos perder el rumbo. Lo reiteramos: Vizcarra es un hombre del sistema, él mismo lo acepta. Las discrepancias que pueda tener con algunas capas del gran empresariado responden a las diferencias mismas de la gran burguesía en su enraizamiento con la economía, en sus priorizaciones, y por supuesto que en los niveles de avaricia que puedan poseer, que ha llevado a algunos a ponerse brutalmente al margen de la ley, como lo revela el escándalo Odebrecht.

Esas contradicciones son secundarias. La burguesía peruana es muy pragmática, a la hora de defender sus intereses no se hacen bolas con las administraciones políticas. En democracia se mueve bien, en dictadura de igual modo. La historia indica que fueron los que en los 90 sostuvieron a Fujimori durante su dictadura, después de haber defendido a Vargas Llosa; como respaldaron posteriormente  a Toledo, al demonizado García en su segunda gestión, y al mismo Ollanta Humala, a quien le cortaron las alas levantiscas. Eso significa que sin bien esa burguesía se siente comodísima con el fujiaprismo, no le van hacer ascos a Vizcarra, la defensa del modelo los relaciona.




















No hay comentarios:

Publicar un comentario