Ante el anuncio presidencial de adelanto de elecciones, que ha agudizado
la crisis política en las alturas gubernamentales, han comenzado a
irradiarse todos tipo de análisis y comentarios. Ante los medios
desfilan los políticos de siempre, de izquierda y derecha, economistas,
politólogos, constitucionalistas, opinólogos etcétera. Hacen cálculos
de los costos económicos y políticos de la medida anunciada, de si es
posible o no su realización en plazos cortos o largos, al mismo
tiempo que se disparan apoyos, condenas, insultos, y amenazas contra el
autor de la propuesta. Lo que ninguno de esos analistas u opinólogos ha
hecho es tomar en cuenta al ente que sí o sí va a constituirse en el
gran protagonista en el desenlace de la crisis: el pueblo, el que si se
pone las pilas en la presente coyuntura podría definir
la ruta de los acontecimientos, los alcances y las formas de la salida. El presidente Vizcarra hizo mención ayer
que en todos los rincones del país hay una sola exigencia: ¡cierren el
congreso! No está faltando a la verdad, ese sentimiento, que nace de la
indignación, del repudio instintivo al estado de cosas imperantes en el
país, ha dinamizado en los últimos tiempos las grandes movilizaciones
populares contra la corrupción, en defensa del trabajo, de la salud, del
medio ambiente, del salario justo. La falta de politización,
organización y centralización de esos movimientos, conspiran sin embargo
contra su sostenibilidad en el tiempo; pero como está demostrado
también es justamente en estos periodos críticos, calientes, donde esos
movimientos pueden recuperar rápidamente el tiempo perdido. ¿Cuáles son
esas palancas a las que hay que apelar para retomar el rumbo de la lucha
abierta y franca, con perspectivas de transformación total? Son las
vanguardias políticas y gremiales, los destacamentos culturales, artísticos, juveniles, religiosos,
sectores y personalidades democráticas y patrióticas que estén
dispuestos cultivar sueños de emancipación, progreso y desarrollo. En
la hora actual de crisis, ante el peligro de que sea la derecha
ultracavernaria la que saque provecho de ella - ya tienen en el congreso
un proyecto de Bolsonaro- las diferencias pueden limarse a todo vapor,
para poner por delante las coincidencias, las aspiraciones colectivas
particulares, para adicionarlas a la gran pelea por la construcción de
un país diferente. A esa consigna ¡que se vayan todos! propuesta desde
el corazón mismo de las masas, hay que dotarla de carne, sangre y fuego
programático, de formas organizativas, de espíritu unitario, de confianza en las propias fuerzas. Con ello se garantizará la perspectiva autónoma, propia,
de corto y largo plazo, del movimiento popular, evitando su distorsión o
aprovechamiento por sectores extraños a los intereses de las masas
populares, ajenos a su presente y futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario