martes, 16 de abril de 2019

EMPILADAS GUADALUPANAS



Cuando uno ve fotos como las que ilustran esta nota, donde los protagonistas, cual muchachos veinteañeros, derrochan alegría, picardía y calor fraternal, la pregunta que uno se hace es la siguiente: ¿Cuál es el secreto para que esos hombres que ya están en la base 7 sigan en esa pomada, a pesar de que el tiempo no ha pasado en vano? En principio, hay que decirlo con todas sus letras, la G-63 congrega a los egresados del colegio Guadalupe del año 1963, pero que ingresaron al plantel en 1959. Es decir, han pasado 60 años desde que los adultos mayores de hoy, siendo niños, se vieron por primera vez los rostros en alguna de las aulas del histórico plantel. Durante 5 años, hasta 1963, se compartió una educación y una formación de primera línea. Guadalupe era el primer colegio nacional de la República, no había educando de primaria, en Lima o en provincias, que no soñase con hacer la secundaria en ese centro educativo de tanto arraigo, de tantas glorias y tradiciones. Los que hoy integramos la G-63 lo logramos. Y desde el primer día reventábamos de orgullo, de satisfacción. Éramos los héroes de la familia, del barrio. Fue sin duda la primera gran victoria de nuestras vidas, el primer éxito ganado - sin desmerecer el apoyo familiar- en base a nuestros propios esfuerzos. Y egresar del plantel, para seguir posicionándonos en el futuro, fue a no dudarlo otro de los jalones que llevamos en la mochila. No todos lo lograron. En esos 5 años que pasamos en el glorioso Guadalupe, cada uno de nosotros fue alcanzando su propia estatura, pero todos cortados con las mismas tijeras docentes y éticas. Cuando después de tantas décadas volvemos a reunirnos, una y otra vez, cargados de años, canas, y experiencias mil de activos y pasivos, es que conscientes o no, buscamos el reencuentro con ese pasado exitoso, con esas fuentes del saber, y de la amistad inquebrantable. En esas reuniones nos empilamos con los recuerdos, las bromas, las anécdotas de todo tipo. Y en cada abrazo que nos damos nos enorgullecemos de seguir trajinando por esta viñas del señor, pero asimismo de seguir gozando de una amistad que se forjó en esos años inolvidables. Nadie nos quitará lo bailado en el viejo Guadalupe. Lo llevamos en la mochila, pero no le rehuimos a las recargas que nos brindan esos reencuentros de la G-63. ¡Nos vemos en julio muchanchones!

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