Cuando uno ve fotos como las que ilustran esta nota, donde los
protagonistas, cual muchachos veinteañeros, derrochan alegría, picardía y
calor fraternal, la pregunta que uno se hace es la siguiente: ¿Cuál es
el secreto para que esos hombres que ya están en la base 7 sigan en esa
pomada, a pesar de que el tiempo no ha pasado en vano? En principio, hay
que decirlo con todas sus letras, la G-63 congrega a los egresados del
colegio Guadalupe del año 1963, pero que ingresaron al plantel
en 1959. Es decir, han pasado 60 años desde que los adultos mayores de
hoy, siendo niños, se vieron por primera vez los rostros en alguna de
las aulas del histórico plantel. Durante 5 años, hasta 1963, se
compartió una educación y una formación de primera línea. Guadalupe era
el primer colegio nacional de la República, no había educando de
primaria, en Lima o en provincias, que no soñase con hacer la secundaria
en ese centro educativo de tanto arraigo, de tantas glorias y
tradiciones. Los que hoy integramos la G-63 lo logramos. Y desde el
primer día reventábamos de orgullo, de satisfacción. Éramos los héroes
de la familia, del barrio. Fue sin duda la primera gran victoria de
nuestras vidas, el primer éxito ganado - sin desmerecer el apoyo
familiar- en base a nuestros propios esfuerzos. Y egresar del plantel,
para seguir posicionándonos en el futuro, fue a no dudarlo otro de los
jalones que llevamos en la mochila. No todos lo lograron. En esos 5 años
que pasamos en el glorioso Guadalupe, cada uno de nosotros fue
alcanzando su propia estatura, pero todos cortados con las mismas
tijeras docentes y éticas. Cuando después de tantas décadas volvemos a
reunirnos, una y otra vez, cargados de años, canas, y experiencias mil
de activos y pasivos, es que conscientes o no, buscamos el reencuentro
con ese pasado exitoso, con esas fuentes del saber, y de la amistad
inquebrantable. En esas reuniones nos empilamos con los recuerdos, las
bromas, las anécdotas de todo tipo. Y en cada abrazo que nos damos nos
enorgullecemos de seguir trajinando por esta viñas del señor, pero
asimismo de seguir gozando de una amistad que se forjó en esos años
inolvidables. Nadie nos quitará lo bailado en el viejo Guadalupe. Lo
llevamos en la mochila, pero no le rehuimos a las recargas que nos
brindan esos reencuentros de la G-63. ¡Nos vemos en julio muchanchones!
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