El profesor, un reputado filósofo sanmarquino, ingresó a clases con la
puntualidad que lo caracterizaba. Acomodó sus papeles y se reenganchó
rápidamente con el tema que había empezado a tratar en la clase
anterior: la noción de sustancia en Aristóteles. El salón, como siempre
reventaba, era un lleno de bandera. Hombres y mujeres, casi todos
jóvenes, ávidos de escuchar al maestro se habían disputado
bulliciosamente la mejor ubicación, pero apenas ingresó el profesor, un
silencio brutal tomó por asalto el
ambiente. Y ahí estaba el maestro, desmenuzando el pensamiento
aristotélico con la sapiencia de siempre. Pero pronto, muy pronto, se
percibió cierta inquietud en el veterano docente. Tosía y se secaba el
sudor a cada momento, Algo no andaba bien. El calor, el amontonamiento
humano, las viejas pizarras, las tizas...Hasta que se hizo la luz.
Señorita - dijo el docente- ¿podría tener la amabilidad de sentarse en
otra carpeta? No dijo nada más, pero todos se dieron cuenta de lo que
estaba pasando. La guapa morocha, azorada, se puso de pie, revelando la
fuente de la turbación: lucía una espectacular minifalda, idónea para
las piernas de leyenda que se gastaba. Con esa exuberante demostración
de fuerza femenina en primera fila, el maestro no podía continuar...Pero
por supuesto que a ese docente ni a ningún profesor sanmarquino de esos
años - segunda parte de los 60- se le ocurrió prohibir el uso de la
minifalda en los espacios de la vieja universidad. El uso de esa prenda,
como el de los cabellos largos en los varones o el uso del bluyin en
ambos sexos, formaba parte de toda una revolución juvenil que si bien se
había iniciado en Europa se extendió rápidamente por el resto del
planeta. Los jóvenes iconoclastas no querían vestirse conservadoramente
como sus padres, como sus abuelos. ¡Afuera el saco y la corbata! ¡Afuera
las faldas largas! Los maestros sanmarquinos entendieron el momento.
Creo que el histórico ¡prohibido prohibir! que enarbolaron los jóvenes
parisinos del 68, se escuchó primero en los claustros de la
cuatricentenaria...
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