Minero, triste minerito/alegra tu corazoncito/alivia tus
tormentos/entonando tus lamentos/. (Del huayno Los payadores, que se
cantaba en Morococha en 1931).
Una vez más, como viene ocurriendo
desde tiempos inmemoriales, los andes peruanos vuelven a enlutarse.
Esta vez, los hijos de Chalhuahuacho, en Apurímac, han sido los
sacrificados por la voracidad del extractivismo minero.
Ayer, en
Morococha, la Cerro de Pasco Cooper Corporation, de origen
norteamericano - la letra del huayno lo dice todo- era la que vivía de
la sangre de los mineros, arrancados a la fuerza de sus campos de
cultivo en el centro del país para hundirlos en las entrañas de los
infrahumanos socavones.
O los mataban en el trabajo, sometidos
como estaban los mineros a extenuantes jornadas de 10, 12 o más horas,
con salarios de hambre y esclavizantes condiciones de trabajo; o los
mataban fuera de los yacimientos: por el envenenamiento del medio
ambiente, o por los balazos de la soldadesca siempre lista a neutralizar
reclamos y paralizaciones.
En diciembre de 1928 la angurria de
la Cerro ocasionó el hundimiento de una laguna en Morococha. Más de 30
trabajadores perdieron la vida en el suceso, que fue algo así como la
crónica de muertes anunciadas por la irresponsabilidad empresarial en el
manejo de túneles y socavones.
Como sucede ahora, el gobierno
de Leguía, no escuchó a los trabajadores, solamente prestó oídos a los
empresarios: en lugar de envíar técnicos que investigaran los hechos y
señalaran responsabilidades, mandó al lugar un pelotón de soldados
dispuestos a neutralizar a balazos cualquier reacción popular.
En nuestros días, los mineros de Las Bambas y los pueblos de los
alrededores tienen como verdugos a empresarios chinos, que con el aval
de las autoridades gubernamentales. piensan - al igual que los
norteamericanos de la Cerro- que el Perú es su chacra, donde pueden
hacer y deshacer, y los peruanos simplemente obedecer. Por eso es que
por sí y ante si cambiaron el Estudio de Impacto Ambiental (EIA)
originalmente aprobado por el pueblo en el año 2011, pero al que no se
le informó de las modificaciones, a pesar de los riesgos altamente
contaminantes que dichos cambios entrañan.
Los reclamos por los
cambios en el EIA no fueron atendidos. Al igual que en 1928 las
autoridades solamente le prestan oídos a la empresa. Todos hablan de la
importancia de Las Bambas, se llenan la boca con los miles de millones
de dólares de inversión. Pero ante la exigencia primero de información y
diálogo, por parte del Frente de Defensa de los Intereses de
Cotabambas, nada de nada. Cuando se anunció la paralización, el gobierno
hizo lo mismo que en el valle de Tambo, Espinar, Cajamarca..... mandó a
la policía a dialogar con las armas.
Después de los trágicos
sucesos, al igual que en los años de Leguía, se vuelve a privilegiar la
represión. Más policías, y en el marco de la emergencia decretada,
soldados y más soldados, en tanto que las comparsas ideológicas del
extractivismo minero demonizan una vez más a los pueblos que defienden
sus derechos. En sus cabecitas locas los responsables son los
terroristas antimineros...
Por eso es que pregunto: ¿El país ha cambiado?
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