martes, 22 de septiembre de 2015

RUIDO DE SABLES


Cuentan los biógrafos del poeta Martín Adán (1908-1985) que cuando a éste alguna vez le alcanzaron -en sus cuarteles de invierno- la primicia de que se había producido un golpe militar, el genial creador socarronamente dijo: "El Perú ha vuelto a la normalidad"...

Es que en la historia republicana, los ruidos de los sables, de los motores de tanques y tanquetas, o de los aviones volando rasantes sobre el palacio de gobierno o sobre la sede congresal, ocupan capítulos especiales, que han cerrado o abierto largos períodos dictatoriales. El fujimontesinismo, por ejemplo, no se explica sin el apoyo abierto, descarado, de las Fuerzas Armadas y sus principales cabecillas u operadores, los cuales o están en las cárceles, o se han invisibilizado porque nadie los encuentra, si es que realmente los están buscando.

Que el director de un diario local haya revelado con pelos y señales algunos movimientos castrenses - bajo el manto de una inamovilidad total para efectuar un supuesto balance de armas y municiones- movida en la que habrían, según esa información, dos o tres sectores con intereses específicos que giran en torno a los actuales inquilinos del palacio de Pizarro, no debe llamarnos entonces la atención. Los alineamientos y realineamientos de los mandos militares o de los intermedios, en referencia a tales o cuales fenómenos sociales, no son nuevos, siempre se dan y los golpes militares - negados en la mayoría de los casos a pesar de que ya está articulándose- han obedecido a procesos concretos de maduración en el que la toma de posiciones van en uno u otro sentido.

En 1975, el golpe del general Francisco Morales Bermúdez - actualmente enjuiciado por su complicidad en la materialización del plan Cóndor- contra el general Velasco, obedeció a ese tipo de conspiraciones, en los que la mano de la derecha oligárquica y proimperialista nunca ha estado ausente. Y el propio Morales, hombre fuerte de la dictadura, estuvo jaqueado por los intereses de un sector del Ejército liderado por el gaucho Cisneros - el general que se trató de tu y vos con los carniceros argentinos implementadores del plan Cóndor contra la izquierda latinoamericana- al que tuvo que mandarlo de agregado militar  a Francia para frenar sus arrestos. (Léase al respecto la novela de Renato Cisneros: La distancia que nos separa).

El gaucho Cisneros, se jactaba de su vocación conspirativa. Es más, se proclamaba un "golpista con principios democráticos", porque desde que fue alférez siempre conspiró contra dictaduras militares, a pesar de que en  la segunda parte de los 80 estuvo metido con zapatos y todo - a pesar de ser un militar retirado- en la elaboración del llamado Plan Verde como parte de una estrategia destinada a derrocar al presidente García. En dicho plan, como siempre ha ocurrido en el país,  estuvo la mano y el seso de los militares golpistas, pero también la de los norteamericanos y empresarios, dispuestos a parar el desastre gubernamental de aquellos años.

En las movidas  militares del momento, según la denuncia y los runrunes que llenan los corrillos políticos, estarían comprometidos - como siempre ha ocurrido- determinados generales, unos pertenecientes a la misma promoción del presidente Ollanta, beneficiados supuestamente con las últimos ascensos al grado máximo de general de división; u otros generales que se sentirían relegados por esa determinación presidencial. A esta motivación, habría que agregarle otros intereses particulares relacionados a denuncias de probables corruptelas, como las que se acaba de señalar en la última edición del semanario Hildebrandt en sus trece sobre sobre supuestos contratos truchos.

Finalmente, es importante indicar que no son solamente los generales los entes pensantes y probablemente disconformes en el seno de las fuerzas armadas. El golpe del general Velasco, en 1968, tuvo como fuerza motriz a los coroneles. Pero también en los rangos inferiores se piensa y actúa. Lo dice el mayor Antauro Humala, actualmente en prisión, promotor en 1989 cuando estuvo en el Ejército, de lo que denominó Logia Etnocacerista, conformada por tenientes. Éstos son ahora generales y según las informaciones periodísticas también estarían en el bolo de la supuesta conspiración, aunque con ideas diferenciadas de los otros probables grupos subversivos.

Para el mayor Antauro "ya no son necesarios los generales" porque según afirma, con "la pentagonización de la FFAA latinoamericanas el generalato ha colapsado moralmente" (EnPedro Saldaña Ludeña, Conversaciones con Antauro Humala, s/e Lima, 2011, p.31).

Con estos antecedentes, es dificil, muy dificil, creer, como se afirma, que los cuarteles están tranquilos, peor todavía si es que las negativas  sobre la supuesta actividad conspirativa, proviene de los propios interesados. Más de una vez ha ocurrido lo mismo. Al final,  los sables y los tanques hablaban por si mismos.

Como dijo el poeta, el Perú volvería a la normalidad.

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