Stéfano Varese
Una
vez más en la larga historia criminal del Perú urbano-criollo alienado
de su propio país profundo, un crimen de lesa humanidad es cometido en
la profundidad de la Amazonía sin que medida judicial alguna sea
iniciada en contra de los culpables. Pasarán seguramente algunos días o
semanas antes que algún vocero oficial se atreva a balbucear alguna
excusa idiota sobre la dificultad de controlar el vasto territorio
amazónico y a los empresarios grandes y pequeños, nacionales o globales
que se han posesionado del país y sus pueblos a punta de millones de
dólares bien lavados y armas bien aceitadas.
El primero de septiembre de este año el dirigente asháninka Edwin Chota Valero de 53 años y otros tres miembros de las autoridades de la Comunidad Nativa Alto Tamaya, Saweto, en la región del Ucayali limítrofe con Brasil (aún sin título después de 40 años de la dación de la Ley de Comunidades Nativas de la Selva), fueron amarrados y asesinados en el campo de fútbol frente a parientes y miembros de la comunidad por mano de un grupo de matones a sueldo de los empresarios madereros. Un crimen de lesa humanidad digno de los peores momentos de la trágica historia de la expansión capitalista en la Amazonía, algo comparable a los crímenes diarios que se cometen en las fronteras de la delincuencia del capitalismo global.
El primero de septiembre de este año el dirigente asháninka Edwin Chota Valero de 53 años y otros tres miembros de las autoridades de la Comunidad Nativa Alto Tamaya, Saweto, en la región del Ucayali limítrofe con Brasil (aún sin título después de 40 años de la dación de la Ley de Comunidades Nativas de la Selva), fueron amarrados y asesinados en el campo de fútbol frente a parientes y miembros de la comunidad por mano de un grupo de matones a sueldo de los empresarios madereros. Un crimen de lesa humanidad digno de los peores momentos de la trágica historia de la expansión capitalista en la Amazonía, algo comparable a los crímenes diarios que se cometen en las fronteras de la delincuencia del capitalismo global.
La
noticia del asesinato de Edwin Chota y sus compañeros apareció en
primer lugar en Brasil y fue recogida por los periódicos The Guardian de
Londres y The Wall Street de Nueva York. El luchador social asháninka
Edwin Chota por años había reclamado protección del gobierno peruano
frente a repetidas amenazas de muerte de parte de compañías madereras.
Su lucha en defensa de los territorios y bosques asháninka ha sido
reportada por el National Geographic y el New York Times, pero
obviamente nada de esta notoriedad ambientalista internacional detiene a
la voracidad criminal del extractivismo capitalista desbocado.
A
la tragedia de estos crímenes anunciados se añade el total desinterés y
la indudable connivencia de las autoridades regionales y nacionales en
poner un alto a los abusos y actos criminales en contra de los pueblos
indígenas y ribereños que ocurren a diario en la Amazonía.
No
sólo no se paran los crímenes, ni se lleva a las cortes a los culpables
grandes y ricos o sus miserables pistoleros a sueldo, sino que se
legisla para darle carta blanca a las organizaciones del capitalismo
salvaje y delincuente a fin de que puedan ocupar las tierras comunales
indígenas, tituladas o no, bajo la figura legal espuria de la ley 2738:
Ley Forestal y de Fauna Silvestre, que subasta los territorios
ancestrales indígenas (con o sin título) al mejor postor para la
explotación indiscriminada e incontrolada de los recursos forestales y
de fauna de usufructo ancestral por los pueblos indígenas. No nos
olvidemos que los pueblos amazónicos han ocupado y usado estas tierras
durante por lo menos los últimos 10,000 años.
Desde
el contragolpe de Morales Bermúdez (1975) en contra de Velasco Alvarado
y el desmantelamiento sistemático de las reformas revolucionarias, el
Perú neo-colonizado y neoliberal de hoy ha sido transformado en el
paraíso del saqueo y la piratería social y ambiental al amparo de una
clase política corrupta e ignorante, unos congresistas dignos de
pertenecer a la corte de Felipe II o del Virrey Toledo y un presidente
engañoso que nos ha traicionado a todos ¿para beneficiar a quienes?
Un
Informe del Banco Mundial (2012) estima que hasta un 80% de las
exportaciones madereras del Perú son resultado de actividades
extractivas ilegales. Las maderas preciosas son “lavadas” con papeles y
permisos falsificados que autorizan su exportación. La agencia de
investigación ambiental del Perú afirmó que en 2012 por lo menos el 40%
del cedro exportado a los EE.UU. era de origen ilegal.
¿Qué
hacer para superar la rabia que nos asalta a todos cuando una y otra
vez constatamos la tragedia de nuestro país y de nuestros pueblos? ¿Qué
instrumentos nos quedan para seguir luchando por una justicia social,
ambiental y cultural que parece haber sido secuestrada por los peores
miembros de una humanidad en decadencia moral?
A
la luz de mis 60 años de activismo político Latinoamericano a veces me
pregunto si no tenía razón el viejo Poshano, shiripiari asháninka del
Gran Pajonal, quien me había dicho que lo último que le quedaba por
hacer, antes de tornarse en jaguar, era represar el río que dominaba el
mundo de los wiracochas (peruanos blancos) y soltarlo de un solo golpe
para que la inundación acabara con todos ellos ya que de todas maneras
habían surgido por error de una laguna primordial (¿el mar océano?).
Barranca.pe
Septiembre de 2014
* Antropologo peruano, autor del libró célebre "La Sal de los Cerros" (1968, 1973, 2006, 2011), sobre los Asháninka (antes llamados "Campas"), traducido al ingles como "Salt of the mountain: Campa Asháninka history and resistance in the Peruvian jungle" (2002). Con vasta producción bibliográfica y activismo permanente por los pueblos amazónicos y las luchas ecologistas. Entre 1970 y 1972 fue primer director de la Division de Comunidades Nativas de la Selva, del Ministerio de Agricultura del Peru. Profesor Emérito del Departamento de Antropología de la Universidad de California, Davis, EE.UU.
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