domingo, 23 de junio de 2013

INSURRECTO DE CUARTEL


En un reportaje concedido al diario El país, de España, el presidente Ollanta, entre otros temas se despacha contra la izquierda peruana, a la que califica de "encasillada" y "acartonada", luego de afimar que es con él que por primera vez esa izquierda llega al gobierno, donde no "aguantaron ni seís meses", para terminar ahora "con la derecha" con la que se han juntado en el Congreso "por cosas menudas".

Los partidos de la izquierda que apoyaron electoralmente al comandante de seguro que tendrán que decir algo al respecto; de mi parte, como un ciudadano común y silvestre creo que puedo decir algo. Y lo primero es señalar la mezquindad del presidente Ollanta para con esa izquierda, que correcta o incorrectamente - es materia de otra reflexión- lo apoyó incondicionalmente, primero para que el comandante y su agrupación se hiciera de un lugar en el escenario político nacional, para después empujar y blindar su candidatura. Al respecto pueden revisarse declaraciones o solicitar información a Letts, Wiener, Breña... o también leerse escritos o reportajes del desaparecido Diez Canseco.

De otro lado, además de ser inexacta la afirmación del comandante - de que él por primera vez la izquierda llegó al gobierno- no puede reducirse el accionar de esas colectividades al plano electoral, gubernamental. Porque antes de que esa izquierda mostrase la fuerza de sus músculos en la Constituyente de 1978 o en las elecciones de 1980 y 1985, con sus efectos en el aparato estatal, fue visible su impronta política en la lucha antidictadorial de los 70, a nivel de las ciudades como en el campo, que forzó el retiro de los militares de sus cuarteles, como después estaría en la primera fila de la pelea contra el fujimontesinismo.

No soslayo los errores de esa izquierda, que la han llevado justamente a la crisis es la que se debate; pero esas deficiencias conceptuales y prácticas no pueden servir para ignorar el protagonismo de esa izquerda, que le permitió al hoy presidente Ollanta encumbrarse políticamente, cuando realmente no era sino un insurrecto de cuartel.

¿Qué es lo que pretende el presidente Ollanta al desmarcarse abiertamente de la izquierda? Pues seguir blanqueándose, para ajustarse mejor a los requerimientos de la derecha a la cual sirve solícitamente. Ya tomó distancia del etnocacerismo, de cuyas fuentes ideológicas y políticas se alimentó durante un buen tiempo, también lo ha hecho del chavismo, al que según no pocos analistas le debe mucho más que ideas y apoyo moral; y ahora cuando en medio de la crisis del capitalismo mundial las papas comienzan a quemar en el país, el comandante necesita ratificar su cambio de camiseta, su abandono de sus posiciones iniciales, para afianzar su alianza con la derecha. Y para ello no hay nada mejor que insistir que nada tiene que ver con la izquierda peruana...

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