martes, 15 de noviembre de 2011

RENUNCIA INEVITABLE




Nota de Redacción.-No lo dice el corajudo Javier Diez Canseco, pero no hay que tener 5 dedos de frente para entender que fueron las ambigüedades de la administración Humala en el terreno de la lucha contra la hidra de la corrupción, las que le cerraron el paso al congresista socialista a la presidencia de la megacomisión que se encargará de investigar a la administración del ex presidente García, a quien como sabemos corresponde la autoría de la frase: La plata llega sola.


Debo una explicación a mis electores por la renuncia a la Comisión Investigadora del gobierno de Alan García Pérez. ¿Personalismo, autoproclamación frustrada, boicot, silencios decisivos? La campaña de Gana Perú (GP) fue clara. Humala asumió que “la honestidad hace la diferencia”, planteó declarar la imprescriptibilidad de la persecución penal de los delitos de corrupción, la muerte civil de los sentenciados, y propuso institucionalizar una suerte de “juicio de residencia” (como a los virreyes), al que habrían de someterse los presidentes al finalizar su periodo, ante el nuevo Congreso. Eso prometimos al país. Yo me comprometí a investigar los faenones, que García hizo famosos, y buscar se sancione a los responsables.

GP tenía clara su diferencia con el aprofujimontesinismo. Por un lado, cumplir la palabra empeñada: desde terminar con el abuso de la tarifa telefónica o de los services y contratas, hasta aumentar el salario mínimo y establecer el impuesto a las sobreganancias mineras. García incumplió, Humala cumpliría. Por otro lado, estaba devolverle ética a la política. El alanismo hizo famosos los “faenones” impunes. El país estaba sediento de justicia y cambios. Los corruptos a la cárcel, se coreaba en los mítines. Yo compartía esa indignación mayoritaria, expresada en la debacle electoral aprista posterior. Sabía que la maestría recibida del gran Carlos Malpica y la experiencia en anteriores comisiones me permitirían aportar a cumplir el anhelo nacional. Regresé a la escena electoral y al Congreso por una fuerte presión para retomar una función fiscalizadora a la que abdicó el anterior Congreso. La gente recordaba la investigación de la corrupción fujimorista que permitió facilitar su procesamiento y condena.

En la bancada propuse asumir el tema. Se presentó la moción creando la Comisión Investigadora, junto con otros sectores anticorrupción. Se aprobó el 15/9, y quedó pendiente nombrar sus miembros y su presidencia. La única declaración del presidente Humala, casi inmediata, fue que esperaba que esta no se convirtiera en una telenovela interminable, tipo “Al fondo hay sitio”, más que relievar la significación de recuperar la función fiscalizadora del Congreso. El 17, Abugattás declaró que no habría cacería de brujas.

El presidente del Congreso declaró el 25/9 en La República: “Diez Canseco no es el candidato”. Pero los miembros de la Comisión recién se nombraron el 13/10, luego de dos sesiones en las no estuve en el debate y votación. Fui nominado. Y Otárola, vocero de GP y colegas de partidos aliados, como Perú Posible o AP, me propusieron la presidencia. Indiqué estar dispuesto a tan exigente tarea, pensando que la propuesta del vocero indicaba una definición. Días después, un oficio de la Oficialía Mayor me ponía primero de los nombrados, uso parlamentario para designar al presidente. Lo consulté con el presidente, quien confirmó un acuerdo.

De inmediato arrancó una nefasta campaña, ya desatada la denuncia contra Chehade que obligaba a su retiro, contra mi presidencia. No solo la obvia, del aprofujimorismo y el delegado de PPK, sino la sorprendente suma de Lescano al coro: “Se pretende autoproclamar”, “No aceptaremos imposición de GP”. Entonces pedí que la presidencia la vote el Pleno para darle transparencia y estabilidad a tamaña tarea, pero… nada. Y el sustituto de Chehade declaró, según El Comercio, que GP no había planteado la presidencia. A buen entendedor, pocas palabras.

El objetivo era llevar la Comisión a una crisis en su instalación y deslegitimarla, más allá de cualquier maltrato personal. Hubiera sido un absurdo someterse a esa maniobra frente a una responsabilidad de esa envergadura. Renuncié irrevocablemente. El presidente Humala ha dicho que “es una decisión propia de él (JDC). Ni buena ni mala”. Hoy muchos lo lamentan, pero confirmo: el Pleno debió decidir. Un asunto de esta trascendencia no puede tratarse así. Espero sea elegido Sergio Tejada presidente y que su juventud y honestidad logren abrir las puertas a la justicia que el país exige. Lo apoyaré en todo lo que pueda y, desde mi escaño, continuaré en la tarea de fiscalizar.



La República

14-11-11

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