lunes, 5 de abril de 2010

ESTRELLITA DEL SUR,
ANITA, VENTANITA...





Lo escribimos hace algunas semanas: hubo un tiempo, bastante largo, por lo menos todos los años que duró mi niñez, en el que nuestras madres, tías, hermanas mayores, abuelas, la vecindad toda, cantaba, mañana, tarde y noche, mientras no se cansaban de poner en orden la casa, de cocinar, lavar, planchar o de mandarnos a la escuela. Los días pasaban lentos, muy lentos, y la monotonía se rompía cuando alguna voz coloreaba el momento cantando o tatarareando algún vals de la chola Jesús Vásquez, hoy en el olimpo de los ídolos del pueblo. Podía ser El plebeyo, pero también Estrellita del sur, o quizá Anita, sin olvidarnos de Ventanita. Fueron los primeros valses que aprendí en esa escuela de criollismo que era el hogar, alimentada por las infaltables jaranas, o por aquellas radioemisoras limeñas a las que nunca les faltó el sabor de nuestra música popular. De esos tiempos todavía recordamos Ventanita:

Ventanita, ventanita silenciosa,
Estás triste y desolada como yo,
Ya no asoma en tus cristales, la preciosa
Compañera que se fue y nos olvidó.
Ya las flores del jardín están marchitas
Porque al irse su rocío les negó,
Sólo quedan unas cuantas margaritas
Que su mano al despedirse, las regó.
Con aquellas margaritas, ventanita,
Haré un ramo y en tu alero lo pondré,
Y un día no muy lejos, ventanita,
Como aquellas margaritas, moriré.

Letra y música : Eduardo Márquez Talledo

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