UN GRAN
AMOR

"No todos tienen la oportunidad de conocer el amor.
Yo lo conocí en todas sus facetas, buenas, malas y pésimas,
pero amor de todas maneras. De ello no me arrepentiré jamás"
Julia Urquidi Illanes
Los primeros como los grandes amores nunca pueden olvidarse, lo dicen los que verdaderamente han amado, los que alguna vez han sufrido una pena de amor como reza un viejo bolero que todavía puede escucharse de cuando en cuando, pero lo dijo también alguna vez doña Julia Urquidi Illanes, la Tía Julia, la boliviana que en la casi conventual Lima de los años 50 tuvo el atrevimiento o la locura -depende del cristal con que se mire- de convertirse en la primera esposa del ahora famoso Mario Vargas Llosa, cuando éste era simplemente Varguitas, un mozalbete de 19 años, y ella, divorciada ya, una mujer guapa con 32 años a cuestas.
La tía Julia acaba de fallecer en Bolivia, a los 84 años de edad, llevándose seguramente a la tumba la dicha de haber contribuido, durante los 8 años que vivió con Vargas Llosa, a poner los cimientos de lo que iba a ser una exitosa carrera literaria del autor de Conversación en La Catedral, historia que justamente se inicia con la captura, por los empleados de la perrera de Lima, de "Batuque" el engreido de Julia, cuando ambos vivían - compartiendo pan y cebolla- en una casita miraflorina.
Fue un amor loco, desde el inicio hasta el final. Que uno se enamore platónicamente de una tía o de una profesora, es algo que a nadie llama la atención, Pero lo que ocurrió con ambos personajes es que realmente se enamoraron, como solo podía ocurrir en las películas o en las novelas, estando dispuestos a enfrentarse al mundo entero para salvaguardar el amorío y luego el matrimonio, al que conscientemente desembocaron para blindar sus relaciones e impedir cualquier amenaza de separación por parte de una familia que lanzó el grito al cielo apenas se enteraron de lo que se consideraba una relación anormal.
La boda civil, en Grocio Prado, es otro capítulo de esa historia de locos. ¿Se imaginan ustedes al ahora pulcro y refinado Vargas Llosa andando desaliñado, sudoroso y sucio por los polvorientos pueblitos chinchanos buscando un alcalde que aceptara casarlo con Julia a sabiendas que él era un menor de edad? ¿O se imaginan al ahora honestísimo escritor falsificando su partida de nacimiento para aparentar tener 21 años y poder casarse con la mujer de sus sueños? El amor lo explica todo.
La familia, previas lágrimas, suspiros y no pocas recriminaciones contra la intrusa, finalmente tuvo que aceptar lo socialmente inaceptable: que una mujer mayor de edad, divorciada, extranjera y liberal, se casase con el ni siquiera veinteañero Marito. Quien si demoró en entrar en razones fue el padre de Varguitas, hombre violento, quien totalmente fuera de sí llegó a amenazarlo con meterle cinco balazos si es que no dejaba a la guapa Julia, quien ante la amenaza, además, de expulsión del país por "corruptora de menores", tuvo que marcharse a Valparaiso y esperar a que las aguas vuelvan a su nivel.
Aunque parezca mentira, pero es parte también de esta alucinante historia, quien logró que el padre de Varguitas volviera a la cordura fue el gran historiador Raúl Porras Barrenechea, para quien trabajaba Mario. Lo hizo de una manera muy sencilla: le demostró al iracundo señor - homofóbico de paso- que el casarse era una demostración de hombría, de varonilidad. ¿O prefería un hijo maricón?
Las amenazas cedieron, Varguitas se convirtió en un hombre de mil oficios, y con la seguridad de que ya no habían nubarrones mayores que atentaran contra su matrimonio pues se reencontró con su amada Julia, que a partir de ese momento metió el hombro fuerte para lograr que Mario Vargas Llosa cumpliera con sus sueños de convertirse en un gran escritor. Mario lo ha admitido públicamente, la propia novela La tía Julia y el escribidor fue dedicada en estos términos a su viejo amor: "A Julia Urquidi Illanes, a quien tanto debemos yo y esta novela".
La tía Julia a quien no le gustó mucho esa novela y retrucó con "Lo que Varguistas no contó", es todavía más contundente a la hora en que se valora el papel que ella jugó en el despegue literario de Vargas Llosa. "Yo lo hice a él. El talento era de Mario, pero el sacrificio fue mío. Me costó mucho, sin mi ayuda no hubiera sido escritor ", dijo alguna vez la Urquidi, expresiones que hasta donde sabemos el escritor no ha desmentido, quizá porque no le falte razón.
En efecto, en Lima y Europa, la tía Julia fue su gran apoyo material y espiritual. Cuando se separaron, porque Mario estaba encamotado de su prima Patricia, ya el hombre estaba encaminado. Sus sueños de gran escritor habían comenzado a cumplirse desde que por primera vez abandonó Lima - estando ya con Julia- para marchar a París, haciendo uso de su primer premio literario, que obtuvo por su cuento El desafío. Los otros premios, por su libro Los Jefes o por La Ciudad y los perros, ratificaron esa exitosa carrera literaria. Julia Urquidi se fue a la tumba con esa satisfacción.
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