domingo, 4 de octubre de 2009

CHINOS
COMO CANCHA



En verdad, el título de este texto corresponde a una vieja crónica periodística del diario Última Hora de Lima, con la que dio a conocer a sus lectores la incorporación del Ejército de la República Popular China en el conflicto de Corea, allá por los años 50 del pasado siglo. Creo sin embargo que si dicho diario hubiera existido a mediados del siglo XIX, sus avispados tituleros habrían empleado el mismo titular para señalar la creciente presencia de los inmigrantes chinos en nuestro país, dispuestos como llegaron a resolver uno de los problemas crónicos que afrontaba la agricultura costeña de esos años: la falta de brazos, que se agudizó con la manumisión de los negros en 1854.
Si nos atenemos a los hechos, los inmigrantes chinos, que entre 1849 y 1854 sumaron aproximadamente 100 mil almas, no llegaron, los trajeron, merced a contratos inhumanos que colocaron a los chinos en condiciones de semiesclavitud; soportando todo tipo de agravios y abusos por parte de quienes se dedicaron al tráfico chinero, como de quienes, salvo honrosas excepciones, los tuvieron a su cargo, sea en la agricultura cañera o algodonera, en la extracción de guano, en la construcción de ferrocarriles o en las tareas domésticas.
La economía peruana de esos años les debe a los chinos el haber impulsado, hasta con sus vidas, la primera experiencia modernizadora del siglo XIX, que tuvo en la explotación y comercialización del guano su soporte fundamental, que serviría, además, para sentar las bases del capitalismo en el Perú; y también de la constitución de la burguesía local, que encarararía en la práctica cada uno de los nuevos renglones económicos que surgieron en ese proceso, aunque espiritualmente siguiese anclada en el pasado.
La inmigración china en este país constituye así un capítulo revelador de la forma en que se amasaron las fortunas de los propietarios nativos; pero también del cómo los inmigrantes rechazaron y buscaron salir del oprobioso estado en el que fueron arrinconados, que los llevó incluso a sumarse a las fuerzas chilenas de ocupación en la guerra con el vecino país. Seguir como esclavos o convertirse en soldados de una patria que no era la suya fue la disyuntiva en el que la vida los colocó, sobre todo a quienes hacia 1979 continuaban con el dogal en el cuello.
Quintín Quintana, caudillo de los culíes chinos justificaría ese comportamiento afirmando que lo hicieron para vengarse de los sufrimientos a los que eran sometidos los chinos en las haciendas, "donde eran tratados como pelos (perros)", refiere el historiador Héctor López Martínez.
Como vemos, la presencia china en el Perú es más profunda de lo que muchos suponían. Bueno es recordarlo en momentos en que la República Popular China está celebrando los 60 años del triunfo de su revolución, que eliminaría aquellas inequidades sociales que empujaron la salida de los inmigrantes chinos en el siglo XIX; pero recuerdo que es también útil en el reconocimiento de la diversidad e hibridación racial y cultural que caracteriza al país.

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