BÁRBAROS
DEL RITMO
A don Benny Moré, el héroe máximo de la música popular cubana, lo conocían como el bárbaro del ritmo. Cantaba, bailaba, amenizaba, componía, dirigía, y ningún ritmo de su tiempo escapaba al dominio perfecto de su voz maravillosa. Fue un guajiro de Santa Isabel de las Lajas que vivió para la música, aprovechando a todo dar lo que muy pocas personas pueden poseer: el oído absoluto, que le permitió, sin pasar por un Conservatorio, dominar todos los secretos de la inspiración musical, sin equívocos de ningún tipo.
La alegría que desde niño desbordó era la alegría del pueblo cubano, particularmente de los negros que poblaron Cuba después del genocidio de la conquista -el propio Moré, o el Benny, como cariñosamente se le conoce, fue descendiente de un niño africano secuestrado y llevado a Cuba por los traficantes de negros-; alegría que después del triunfo de la revolución, en 1959, va a adquirir connotaciones sustancialmente diferentes, en calidad y cantidad.
El pueblo cubano, sea cual sea el lugar donde uno se ubique, es un pueblo alegre, que canta y baila sin aprensiones de ninguna naturaleza. Por eso es que la isla es conocida como la isla de la alegría, a donde acuden miles de miles de turistas dispuestos a reciclarse espiritualmente.
No es extraño entonces encontrar en cada cubano un músico potencial. Lo sabían los artistas que llegaron a La Habana para intervenir en el Concierto Paz sin fronteras, y no tuvieron reparos en expresarlo. “Al Concierto van a ir 600 mil músicos”, dijo uno de ellos, cuando se pensaba que la asistencia iba a bordear esa cifra.
Después de lo visto el domingo 20 de setiembre se puede afirmar que en la Plaza de la Revolución estuvieron más de un millón de músicos, cantando y bailando, al ritmo de Juanes, Cucu-diamante y Yerba Buena, Jovanotti, Orishas, Miguel Bosé,. Olga Tañón, Van Van…porque no hubo ritmo – al igual que lo que ocurría con el Benny- que escapase al dominio de esa multitud de hombres y mujeres, mayoritariamente jóvenes que habían acudido a mostrarle al mundo su alegría desbordante.
¡Muévete, muévete Cuba! gritaba el explosivo Jovanotti, y era un mar humano el que se movía de un lado al otro, semejando olas y más olas gigantescas; pero justo es decirlo, no había necesidad de convocar a esas masas al movimiento, ellas solas se movían, bastaba con que se escuchara el primer sonido de cualquiera de los conjuntos para que esa masa respondiese contorneándose al ritmo que se escuchaba, mientras de tanto en tanto se lanzaba al cielo la atronadora exclamación de ¡Cuba! ¡Cuba! ¡Cuba! ¡Cuba! como para que todos los santos del cielo los escuchasen y les hiciesen en milagro de dejarlos vivir en paz, construyendo minuto a minuto su alegría y su bienestar.
Esa alegría, o ese dominio eximio de la música, la puede usted encontrar en las calles, o plazas de todas las ciudades cubanas, o en el propio campo. No lo olvidemos, el Benny fue un guajiro cortador de caña, que andaba como él mismo decía “con los pies en el suelo”. Su alegría, la musicalidad de sus movimientos, los temas de sus composiciones, las extrajo de su realidad social. Vivó cantándole al pueblo desde el pueblo, por eso es que después de 1959 el siguió en Cuba, mientras otros marcharon al extranjero. Le ofrecieron el oro y el moro para que dejase la isla, pero siguió en ella, recorriéndola palmo a palmo hasta el martes 19 de febrero de 1963 en que expiró.
¡Muévete, muévete Cuba! gritaba el explosivo Jovanotti, y era un mar humano el que se movía de un lado al otro, semejando olas y más olas gigantescas; pero justo es decirlo, no había necesidad de convocar a esas masas al movimiento, ellas solas se movían, bastaba con que se escuchara el primer sonido de cualquiera de los conjuntos para que esa masa respondiese contorneándose al ritmo que se escuchaba, mientras de tanto en tanto se lanzaba al cielo la atronadora exclamación de ¡Cuba! ¡Cuba! ¡Cuba! ¡Cuba! como para que todos los santos del cielo los escuchasen y les hiciesen en milagro de dejarlos vivir en paz, construyendo minuto a minuto su alegría y su bienestar.
Esa alegría, o ese dominio eximio de la música, la puede usted encontrar en las calles, o plazas de todas las ciudades cubanas, o en el propio campo. No lo olvidemos, el Benny fue un guajiro cortador de caña, que andaba como él mismo decía “con los pies en el suelo”. Su alegría, la musicalidad de sus movimientos, los temas de sus composiciones, las extrajo de su realidad social. Vivó cantándole al pueblo desde el pueblo, por eso es que después de 1959 el siguió en Cuba, mientras otros marcharon al extranjero. Le ofrecieron el oro y el moro para que dejase la isla, pero siguió en ella, recorriéndola palmo a palmo hasta el martes 19 de febrero de 1963 en que expiró.
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