miércoles, 12 de agosto de 2009

DOS MONSTRUOS Y
UN BOLERO



A pesar que generacionalmente no me corresponden los años de oro del bolero, muy tempranamente me arropé sentimentalmente con las hermosas creaciones de ese género de pura cepa latinoamericana, que llegó a echar raíces en todo el mundo. Porque si bien sus orígenes paleolíticos pueden hallarse en Europa, es en Cuba, México y Puerto Rico, principalmente, donde va a recrearse haciéndose poesía, sentimiento, entrega, pasión desbocada... para felicidad de los amantes de todas las latitudes, aunque en verdad cada uno de nuestros pueblos, -estamos hablando de una creación popular-, incluyendo el Perú, hayan aportado buenos granos de arena en su enriquecimiento y difusión.

Ya no vivimos esos años maravillosos del bolero, pero éste sigue removiéndonos los conchos del recuerdo. Gregorio Martínez, por ejemplo, el narrador de Coyungo, en su recientemente publicado Diccionario Abracadabra (Petroperú, Lima, 2009), en su explicación del amor venal nos trae a la memoria el bolero En un café, con el que comencé a entrar en razón sentimental - lo tengo clarito- en Santoyo, un barrio de los arrabales de Lima en los años 50, pero que volvería a escucharlo, una y otra vez, en lugares nada santos.

Bolero cantinero, dice Martínez; es cierto, todavía podemos oirlo en las voces del trío La Rosa en alguna de las últimas rockolas limeñas - Don Lucho, casi en la esquina de Quilca y Camaná es una de ellas- pero que sonaba fuerte, muy fuerte, en los rincones putañeros de esos años. La letra lo explicaba todo: En un café de un barrio corrompido/sentada en la cantina,/yo te conocí,/ compré tu cuerpo,/compré tus besos,/por unas cuantas monedas que te di/.

Al influjo del bolero no han escapado los intérpretes del bel canto. Plácido Domingo, uno de los mejores tenores del mundo, que nos visitará próximamente, no deja, casi siempre, de hacernos soñar con sus magistrales interpretaciónes bolerísticas. El video que origina esta nota revela cuanto ha calado en él ese género: no se hace problemas para cantar al alimón con los mejores compositores o intérpretes populares. En esta oportunidad junta su voz a la de Armando Manzanero, el genial compositor mejicano, con el que prácticamente se cerró la época de oro del bolero, para deleitarnos con Adoro, su insuperable poema.
Juntar a esos dos monstruos fue un extraordinario suceso; pero lo espectacular además, estuvo en lo siguiente: como para demostrarnos que se puede cantarle al amor en todos los idiomas, Manzanero lo hace en maya, el idioma de sus ancestros. En buen romance, toda una joya musical.

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