¡50 AÑOS HAN PASADO!
1959-2009
En un país como el nuestro, tan aficionado a las conmemoraciones, es raro que nadie se haya acordado de que este año se están cumpliendo 50 años de la realización del Sudamericano de fútbol de 1959, que se efectuó en Buenos Aíres; donde si bien el Perú, como siempre ha ocurrido, no ocupó las posiciones de privilegio, sin embargo le entregó al mundo futbolístico una pléyade de excepcionales jugadores como nunca antes había ocurrido, y ante la cual, las generaciones posteriores, incluyendo la actual, repletos dizque de metrosexuales, sencillamente empalidecen.
La delantera, conformada por Huaqui Gómez Sánchez, Miguelito Loayza, Juan Joya, Alberto Terry y Juan Seminario, fue brillante, pero la defensa, la volante y el arquero no se quedaban atrás. Rafael Azca, en los 3 palos fue un señor guardapiolas, mientras que Fleming, Fernández, Benítez, Grimaldo y de la Vega, constituyeron una envidiable retaguardia. Unos y otros, la mayoría jóvenes, dirigidos por el húngaro Jorge Orth, habían dejado en Lima a otros cracks de esos años: Guillermo Barbadillo, Vides Mosquera, Tito Drago, Felix Castillo... Orth, había optado por la renovación, pero sin olvidarse de los mayores en puestos claves: Azca fue uno de los héroes en las eliminatorias para el mundial de Suecia, en 1958, y Gómez Sánchez con Terry habían brillado en el Sudamericano de Lima, en 1957.
Si les aplicamos el rasero pragmático de nuestros días, en el que los resultados son los que cuentan, de seguro que se diría que esa selección no le ganó a nadie. No les faltaría razón: Perú empató con Brasil (2-2), le ganó a Uruguay (5-3), empató con Chile (1-1) y Bolivia (0-0), perdiendo con Paraguay (1-2). Pero en el fútbol no solo hay que ver los resultados, el fútbol es arte, plasticidad, espectáculo, entrega y raza, mucha raza.
Desde esta mira el equipo peruano fue la sensación de ese torneo sudamericano, porque brindó, en sus principales presentaciones, lo que hasta ahora se denomina el juego bonito, que cuando se sabe practicar engalana los gramados de cualquier estadio del mundo, sin dejar de lado el coraje y la entrega total, como lo demostraron en el partido contra Uruguay, al que ganaron jugando con 10 hombres, al ser expulsado Juan Seminario. Loayza, con apenas 17 años, fue el héroe de ese partido, sus 3 goles descalabraron al recio conjunto charrúa.
Empatarle a Brasil, que con Pelé a la cabeza llegaba casi directamente desde Suecia-58 donde había obtenido el campeonato mundial, no fue una tarea sencilla; tampoco fue poca cosa ganarle a Uruguay, el campeón mundial de 1950, dándole clases de buen fútbol; como más adelante - en julio del mismo año- ese mismo equipo se las daría a Inglaterra, en un abarrotadísimo Estadio Nacional, que vibró con los 4 goles que les endilgaron a los inventores del fútbol.
Después de esa competencia sudamericana, la habilidosa delantera se desintegró, porque a excepción de Terry, los demás fueron a hacer las delicias de los aficionados extranjeros: el loco Seminario paseó su fútbol por Zaragoza, Barcelona y Fiorentina; Juan Joya dio cátedra en Peñarol de Montevideo; Huaqui fue estrella en River Plate y Gimnasia y Esgrima de Argentina; en tanto que Miguelito Loayza, el palomilla de Surquillo, dio el salto desde el Ciclista Lima al Barcelona de España, para luego dar espectáculo en Boca Juniors, Huracán, River Plate de Argentina, y terminar en el Deportivo Cali de Colombia.
Esa cosecha futbolística mundial incorporó además al conejo Víctor Benítez, el excepcional defensa del Alianza Lima, el mismo que después de desplazar, justamente en Buenos Aíres, al legendario Guillermo Delgado, se convirtió en estrella del Boca Juniors, en Argentina, y del AC. Milán, Roma e Inter del fútbol italiano.
¡50 años han pasado!, pero parece que fuera ayer cuando prendidos de un radiotrasmisor gozamos, gracias a los relatos de don Humberto Martínez Morosini, el popular M.M., de las habilidades, sapiencia y garra de un equipo que debe servir de referente a quienes todavía consideran posible sacar de la crisis que vive actualmente fútbol peruano, que si bien no se reduce a lo estrictamente deportivo, puede encontrar en el torneo del 59 y la participación peruana excelentes lecciones.
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