EL DESARRAIGO
Ocaso en la Costa Verde, Lima.Foto de Kobi Mosquera Vásquez
Cuando se habla de la diáspora peruana, distribuida en distintos puntos del orbe, sólo se piensa, muy prágmaticamente, en las remesas de dólares que esos miles de miles de peruanos hacen llegar regularmente para apuntalar las economías de sus familiares, y de paso la del país; envíos que han ido en crecimiento conforme se ha multiplicado el número de hombres y mujeres de todas las edades, que formal o informalmente han marchado al exterior, en busca de las oportunidades que la Patria no ha sabido ni querido brindarles. A manera de referencia señalaremos que según el INEI, en los últimos 18 años han abandonado el país, para no volver, 1 millón 940 000 peruanos, los mismos que en remesas regulares han hecho llegar 14 mil millones de dólares.
Mas no queremos aquí hablar de esos tópicos, tan del agrado de nuestros amigos economistas. Lo que buscamos es resaltar el desarraigo de esos peruanos, la fractura de su vinculación con la familia, la tierra que los vio nacer, sus usos y costumbres, sus gustos y comidas, sus aíres, ríos, mares, flores... y sus efectos en su mundo de querencias. Como lo acaba de decir el poeta Porfirio Mamani Macedo, residente en París desde hace muchos años: "todo desarraigado lleva en sí, en el alma, ese dolor de querer encontrar lo que ha dejado".
La aclimatación, relativamente hablando, no es fácil, porque a las dificultades materiales para ubicarse en tierras extrañas y no pocas veces hostiles, se suma el dolor de esa brutal separación. Lo dicen los propios migrantes: estés donde estés, siempre serás el otro, el forastero, donde todo te resulta extraño, ajeno y donde nada te pertenece. Con los peruanos en el exterior se está repitiendo la pasada viacrucis de los provincianos de las primeras generaciones de migrantes en Lima, particularmente quechua hablantes o aymara hablantes, que para lograr un cierto posicionamiento en la capital tuvieron que pagar, durante muchos años, un derecho de piso bastante traumático.
Son estas las razones por las que echados los sentimientos al vuelo, el "Todos vuelven" de César Miró se convirtió en su momento en el vals de los desarraigados, de dentro y fuera del país que ansiaban la vuelta al terruño. Lo mismo está ocurriendo con el vals "Tierra Mía", de Germán Súnico, en la voz de Rosita Negreiros; hoy en youtube por obra de don Darío Enriquez residente en Canadá, y que combinado con una secuencia de fotografías del Perú, se ha convertido en un explosivo combo sentimental para los peruanos, que encuentran en la letra justamente un himno a la añoranza, al deseo reprimido de volver y reencontrarse con lo suyo.
Desde las primeras líneas hay que ponerse en guardia contra el shock sentimental:
Perú/yo te extraño Perú/patria del corazón/bendita tierra/Perú/solo al pensar el ti/se nubla mi visión/por la nostalgia/Perú/sueño con retornar/y tu suelo besar/intensamente/Perú/ya no te dejaré/tu aire respiraré/tu sol contemplaré/
Ese sentimiento nace de las propias vivencias del desarraigado. Súnico las asimiló de un viejo amigo, cuyos hijos anclaron en distintas ciudades del planeta y con los cuales, reencontrándose de cuando en cuando, extrañaban juntos el terruño del cual se habían alejado, años más o años menos.
Dejemos ahora que la canción de Germán Súnico, de los Barrios Altos, nos lleve a los altares de la nostalgia:
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