miércoles, 23 de julio de 2008

¡NO APRENDEN!

Como suele decir el doctor César Sanabria Montañez, ! NO APRENDEN! En el caso que motiva esta nota son los dirigentes del club Alianza Lima los que no quieren asimilar la historia de las indisciplinas del fútbol peruano, y de las de su propio club, y que vistas en toda su magnitud no son sino expresiones de la profunda crisis que agobia a este deporte en su esfera profesional, y que en estos días se patentiza en el viejo club victoriano.

Después de la borrachera de casi la totalidad de su plantel, que le costó al Alianza la posibilidad de incorporarse a la lucha por el título del campeonato profesional, la hinchada y la afición deportiva esperaban, además de los castigos correspondientes a los jugadores implicados en la juerga, el anuncio de un programa de relanzamiento del club, que sentase las bases de su fortalecimiento como institución, pero ni lo uno lo otro ocurrió.

Las sanciones realmente no son tales. Jayo Legario se va porque quiere; otros jugadores como Waldir Sáenz o Jorge Soto tenían, por su edad, que dejar el club, más temprano que tarde, mientras los restantes concluían su relación contractual. ¿Y Johnnier Montaño? ¿Y Marko Ciurlizza? ¿Acaso no estuvieron en la despedida de Reimond Manco que derivó en el escándalo?

Un ex dirigente aliancista lo había advertido: no van a sancionar a nadie, porque los dirigentes son amigos de los jugadores. Dicho y hecho. Pero también ese ex directivo había manifestado la existencia de un mal de males en el fútbol profesional: se busca ganar a como de lugar. Desde esta perspectiva, Montaño y Ciurlizza son indispensables para él inicio del Clausura. ¿Cometieron una falta? Pues que se va a hacer, el equipo los necesita, a pesar de que en el caso del colombiano Montaño - fastidiado por el clima enrarecido que se vive en los predios aliancistas- quiere irse del club.

Con ese entendimiento, no es casual que a iniciativa de los propios directivos, los machitos, kukines, chiquitos y cholitos vayan de club en club, se conviertan en ídolos con pies de barro, contribuyan a victorias episódicas y cortoplacistas, pero también a la perversión de las instituciones que los acogió, en tanto van sembrando comportamientos contraproducentes para la práctica del deporte profesional.

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