jueves, 17 de julio de 2008

EL DESFILE

Alberto Mosquera, Wilfredo Huisa y Alberto Quiroz

En Guadalupe, el mes de julio era uno de los más esperados. Era el mes del desfile escolar por Fiestas Patrias y de los ensayos previos para alzarnos con el gallardete. No desfilábamos por desfilar, desfilábamos para ganar y había que prepararse para ello, la historia y el presente del Colegio así lo imponían, no por algo éramos el Primer Colegio Nacional, había literalmente que arrasar con todos los participantes, y ensayábamos duramente para ello.

Balarezo, Cónderman, Ruiz y Drácula, conjuntamente con otros auxiliares del plantel se esmeraban en la instrucción. Pero los laureles, si no somos ingratos, hay que reconocérselos a los instructores militares. Confieso que no soy de aquellos que consideran que cuando se habla de disciplina se piensa inmediatamente en la instrucción premilitar, pero si de prepararse para un desfile se trata, pues ahí me saco el sombrero ante aquellos oficiales que conocí en el viejo Guadalupe.

Todavía suenan en mis oidos las voces de mando: un, dos, un, dos, un dos...levante esa cabeza, esos brazos, ese fusil, paso de desfile... Y el fusil, y el casco, y los escarpines, y la fornitura, todo era un deshueve. Fotos por aquí, por allá, y las viejas, viejos, hermanos y hermanas que te seguían cuadra por cuadra, orgullosos de ti. Y las costillitas no te digo nada. Nunca te veían tan monono como el día del desfile, y uno se rompía para impresionarlas.

Lo máximo ocurría cuando pasábamos frente al estrado oficial, en el Campo de Marte. A un lado Vinagre y su banda, que sonaba como nunca, y nosotros que ya dejábamos la vida en esos minutos, tan solo sólo minutos, que duraba ese momento cumbre, mientras el locutor oficial te recordaba la historia gloriosa del Colegio, sus héroes, sus maestros, sus galardones, y las tribunas competían en aplaudirnos. Habíamos ensayado para ese momento, y cuando éste llegaba, ahí estábamos, con el pecho henchido de emoción, sudando la gota gorda pero felices por estar demostrando que Guadalupe era el colegio de entusiasta juventud, y que los guadalupanos éramos con justicia el orgullo del Perú...

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