miércoles, 17 de abril de 2019

EL GRAN ESCAPE


El ex presidente García ha muerto en su ley, escapando de sus demonios internos y de la justicia a la que siempre evadió aprovechando el poder y las influencias que ostentaba.

En los años 90 huyó a Colombia - incluso quiso asumir la nacionalidad colombiana- y después a Europa, para esperar lejos del país la prescripción de los delitos por los cuales hubiera ido a parar a la cárcel. 

Los dictámenes de la fiscal de la Nación de entonces, Nelly Calderón y del juez supremo Hugo Sivina fueron contundentes: García había delinquido siendo presidente de la República, merecía ir a prisión.

Que quede en claro:  la justicia peruana nunca absolvió a García de los cargos formulados de cohecho pasivo, enriquecimiento ilícito, colusión ilegal y negociación incompatible. La denuncia sencillamente prescribió, y cuando ello ocurrió García pudo volver al país. 

Asilarse en Colombia y marchar después a Francia fue la jugada que quiso repetir en los últimos meses cuando la justicia, movida por el tema Odebrecht, le comenzó a respirar en la nuca. Como Colombia se negó a recibirlo, apostó por Uruguay.  Pensó que estaba en los 90 y se equivocó de punta a cabo. Los años no habían pasado en vano, en esta oportunidad el olfato y la astucia no le funcionaron.

El presidente Tavaré no quiso convertirse en cómplice de una solicitud de asilo que olía a búsqueda de impunidad. Lo devolvió a su casa para que responda, de acuerdo a ley, por los cargos que la fiscalía le estaba formulando.

Para un hombre de la personalidad tan singular de García, puesta en  negro sobre blanco por el embajador de Estados Unidos en el Perú en el año 2006, y donde su "ego colosal" es apenas la punta del iceberg de un marcado desorden psicológico, ese intento frustrado de fuga tuvo que haberlo golpeado  severamente; y quizá en estos momentos, me atrevo a sostener, comenzó a barajar otras salidas,  a la que el suicidio, como escapada final, no podía ser ajena.

Si el portazo recibido de los uruguayos fue de por si humillante, la prohibición para salir del país dictada por los jueces no lo fue menos. Imaginemos lo que emocionalmente podía haber significado para García el salir enmarrocado de su casa para ser recluido en algún penal limeño como cualquier hijo de vecino, a sabiendas además que el círculo de las investigaciones de los fiscales prácticamente se había cerrado, con el pedido de detención de quien había sido secretario de García durante su segundo mandato presidencial.

No hay necesidad de tener 5 dedos de frente para saber hacia donde apuntaban finalmente  los fiscales. Con la orden de detención para "Chalán", y su hijo "Bandido", el único cabo suelto que quedaba era García. Y hacia él fueron los policías. A García solamente le quedó el gran escape para sus miedos, sus temores, para su "ego colosal" y su arrogancia. Y escapó...

El suicidio no ha sido una salida "digna" ni mucho menos "honorable", como  sostienen los seguidores del ex presidente, como tampoco fueron dignas ni honorables su huida a Colombia  en los años 90, o su reciente  intento de asilarse en la embajada uruguaya. García debió afrontar  los cargos. Pero no estaba configurado para esos trajines. Sus demonios internos, su pánico a terminar con sus huesos en la cárcel, gatillaron el pistoletazo final. 

No hay razón alguna entonces, para echarle la culpa de la muerte de García  a los jueces y fiscales que están liderando la gran cruzada contra la corrupción; tampoco hay espacio para deslegitimar esa pelea. Que la derecha mafiosa y sus operadores a todo nivel no aprovechen el suicidio para quitarle piso a esas batallas por las que ha apostado el pueblo peruano.



 





 

3 comentarios:

  1. 100% de acuerdo tío. Murió en su ley.

    ResponderEliminar
  2. Estoy de acuerdo con usted lo describe tal cual fue el y no hay razón que lo quieran hacer ver sus partidarios como si fuera una víctima

    ResponderEliminar