No es tiempo de mangos, dirán muchos, claro,
en referencia a los clásicos mangos iqueños o piuranos. La naturaleza,
sin embargo, es tan generosa en el Perú que desde otros confines es
posible tener tan sabrosas frutas al alcance de nuestro paladar.
Más generosa es doña Flavia Villanueva Cruzado, que desde Calemar, a
orillas del río Marañón, en la Libertad, ha hecho posible darnos ese
gusto.
Los mangos ¿quizá de las chacras de Cocaseca o de repente de La
Cofrafía? llegaron a Lima después de atravesar centenares de kilómetros,
primero en las acémilas de los arrieros, luego sobre las balsas que
cruzan el Marañón, para finalmente, desde la punta de carretera ser
traídos en los empaques de un anónimo como voluntarioso viajero que
desde esos parajes inició su travesía hacia la capital de la república.
¡Gracias doña Flavia!
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