Lo
ocurrido hoy en el congreso de la República ratifica lo que es una
constante en la historia republicana: a la burguesía peruana y sus
partidos no les interesa la democracia, siempre la emputecen para
servirse mejor de ella. El Tribunal Constitucional y la Defensoría del
Pueblo, en cualquier democracia desarrollada constituyen la garantía del
respeto escrupuloso de la normatividad democrática, y
sus miembros o el defensor mismo suelen concentrar calidades
profesionales, humanas y éticas que los convierten de facto en los
ciudadados idóneos para asumir tan delicadas responsabilidades.
En el
Perú, lo estamos viendo, dichas instituciones han terminado, por obra de
los congresistas de turno - salvo honrosas excepciones- en furgones de
cola del poder establecido, de las mafias partidarias antidemocráticas, y
de las costras prebendistas de todo tipo, cuyos representantes son, a
partir de ahora, los impresentables e indecentes elegidos tras la
repartija por todos conocida.
La indignación de la ciudadanía se justifica....
La indignación de la ciudadanía se justifica....
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