Cuando
el editor Milla Batres, en medio de la crisis de los 80, -apelando al
Zavalita de Conversación en la catedral- les preguntó a un grupo de
intelectuales ¿cuándo se jodió el Perú?, la mayoría de ellos respondió
que la primera gran joda se había dado con la conquista española, pero
que después de 1821 se habían producido otras grandes jodas de las que
ya no teníamos que responsabilizar a los hispanos.
Hoy estamos frente a una de esas graves situaciones: el congreso del
país le ha mostrado al mundo su verdadera catadura política y moral, al
hacer flecos la institucionalidad democrática de la que se suponía era
su más caro defensor. La defensa de la democracia, una vez más, está
ahora en las manos del pueblo que en 1977, con el histórico paro
nacional del 19 de julio, le mostró el camino de los cuarteles a los
militares, o que en los 90 le paró los machos a la dictadura
fujimontesinista. Las calles y plazas de costa, sierra y selva han
comenzado a hablar repudiando la grosería parlamentaria.
Pero cuidado
con los cantos de sirena de los ollantas, las keikos y los panzones
maléficos que públicamente comienzan a lavarse las manos de la
trapacería cometida, cuando todos sabemos que tras bambalinas fueron los
autores intelectuales de la puñalada congresal. ¡A defender el camino
independiente del pueblo!
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