Foto de Elbita Vásquez Vargas
Desde Trujillo. Lo acabo de leer en una de las
paredes de esta acogedora ciudad: ¡No hay ciudad sin poesía! Me
pregunto ¿Los que quieren expectorar a la señora Villarán del municipio
limeño entenderán la fuerza de ese mensaje? Pienso que no . Sus
cabecitas están preñadas de cemento y ladrillo, de fierro y concreto,
por eso exigen aquí y allá: ¡obras! ¡obras! ¡obras!
Nadie que esté en
su sano juicio puede ignorar la
importancia que para una ciudad como Lima tienen las pistas,las grandes
avenidas, los pasos a desnivel, los tréboles...Pero no puede soslayarse
que en los tiempos actuales, desde una perspectiva moderna, la
democracia tiene también una connotación cultural, artística, creativa y
recreativa.
Constreñir la gestión de un municipio a las obras
monumentales, muchas de ellas faraónicas, revela un anclaje en el
pasado. Por eso es que durante el ochenio odriista (1948-1956) el
dictador y sus compinches decían que la democracia no se come o
exclamaban: ¡hechos, no palabras! Los revocadores se mueven con esa
lógica.
En este tramo final de la campaña por el ¡No!, donde la señora
Villarán comienza a exponer los resultados concretos, materiales, de su
gestión, no debe pasarse por alto ese deslinde con quienes están
demostrando cuan encementados están sus raciocinios y sus espíritus...
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