Foto: diario La República
Es algo así como una ley de la vida: los hijos
deben enterrar a sus padres... En la matanza de Uchuraccay, como en el
transcurso de la guerra interna, los padres enterraron a sus hijos, por
centenas, por miles, cuando tuvieron la suerte de encontrar
sus restos, literalmente hablando; otros no han tenido ese descanso
espiritual, siguen llorando su impotencia ante autoridades
impertérritas, civiles y militares, que se resisten a abrir sus archivos
que bien podrían revelar alguna huella de esperanza.
En Uchuraccay, los
mártires del periodismo finalmente fueron dignamente sepultados. Sin
embargo, todavía no hay paz para las vidas de esos progenitores y sus
familias: las explicaciones de lo que ocurrió en las alturas de Huanta,
resultan insuficientes, y en medio de estas carencias las
responsabilidades a las que hubieran lugar no están totalmente
delimitadas.
Oscar Retto Saldaña, un veterano reportero gráfico -como lo
fue su hijo Willy caído en Uchuraccay- nunca ha bajado la guardia en
sus exigencias de llegar a la verdad y de justicia. Al igual que todos
los padres, hijos, esposas...de los héroes del periodismo a lo largo de
estos 30 años ha convertido su dolor en fuerza y en perseverancia para
seguir pugnando y lograr que finalmente se haga la luz donde todavía hay
tinieblas.
Este 26 de enero recordemos a los caídos en Uchuraccay en la
búsqueda de la verdad; pero también hagamos fuerza al lado de sus
familiares para que sus aspiraciones de justicia no sigan cayendo en
saco roto. El Estado de derecho tiene una deuda con ellos.
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