Las imágenes son elocuentes. La vacuna contra la Covid 19 fue recibida con aplausos, vítores y seguramente que con lágrimas de emoción en el hospital Rebagliatti. No era para menos. En medio de la oscuridad, de los largos meses de lucha contra la muerte, médicos, enfermeras, y el personal sanitario en su conjunto, ven por primera vez una luz, que es la de la esperanza. La vacuna, bien lo saben, no acabará con la feroz pandemia, pero la frenará, la limitará, siempre y cuando, claro está, se cumplan las proyecciones de la vacunación a la mayor parte de la población peruana.
Mientras tanto, la lucha continùa. Y he aquí los problemas que la alegría que genera la llegada de la vacuna no pueden diluir. No hay camas UCI, no hay oxígeno medicinal, no hay personal especializado., y los hospitales de las regiones der alta gravedad hace rato que colapsaron. Y los contagiados siguen llegando a los nosocom,ios, y los muertos siguen engrosando las estadísticas...
La cuarentena, lo dicen los propios especialistas, no está cumpliendo con sus fines. Los más rudos dicen que es una cuarentena chicha, y los más acadèmicos señalan que el gobierno está priorizando la economía y no la vida. Lo cierto es que ese confinamiento le está llenando los ojos a la Confiep, y le está economizando gastos al erario, que hasta ahora está dibleando la exigencia del bono universal de auxilio a los más necesitados. El anunciado bono a pagarse tardíamente desde el próximo 17 de febrrero, estará destinado a las familias de las regiones donde la pandemia se ha desbordado.
En ese contexto, si la vacunación esperada se realizará por partes y se extenderá a lo largo del año, no hay que ser adivinos para llegar a una conclusión: son los propios pueblos, sus organizaciones, las que deberán asumir un papel protagónico en la defensa de sus vidas. Sobre el particular, hay experiencias valiosas. Las Rondas Campesinas, los Comandos Matico, los Comandos de lucha contra el dengue, las ollas comunes y los comedores populares, cada cual en su nivel, se han constituído en las respuestas populares a la tragedia, moviendo a sus municipios, postas médicas, centros culturales, organizaciones juveniles, iglesias...
Esas organizaciones, van reiterando o recuperando el espíritu colectivo, los sentimientos de solidaridad y ayuda mutua, tan venidos a menos por la embestida ideológica del individualismo y el egoìsmo, propios de la narrativa neoliberal hegemónica en nuestros confines.
En ese mismo sentido hay que destacar el rol que están jugando las redes sociales, prestas a intercambiar información valiosa sobre centros de salud, teléfonos de emergencia, puntos de expendio de oxígeno medicinal, apoyo económico, de alimentos, etcétera.
En conclusión, hay que comprarse ese pleito sanitario. No hay que dejar de exigir, reclamar, denunciar, pero al mismo tiempo hay que hacer de la lucha colectiva contra la pandemia el primer punto de nuestro quehacer social y político. En ninguna parte del mundo la defensa de la vida y de la salud ocupa un lugar secundario. Con audacia y creatividad potenciemos nuestra propia cuarentena, desde las bases y con el apoyo de las mismas organizaciones sociales.
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