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Acabo de publicar una fotografía de dos líderes fundacionales
de Patria Roja: Chingolo Benavides y Ludovico Hurtado. A ambos los
conocí en el partido. No estuve en la VII Conferencia Nacional de 1972,
pero si participé, desde las bases, en la discusión de dicho documento
donde se estableció la línea política de la organización, como también
se aprobaron los Estatutos. Cada militante, cada dirigente, a todo
nivel, se incorporaba al partido conscientemente, asumiendo la defensa
de esos documentos fundamentales, que constituían el marco ideológico,
político y organizativo de su marcha hacia el logro de sus objetivos
tácticos y estratégicos.
Mi padre, que hasta los años 60 fue un disciplinado militante aprista, manejaba también un ideario que se asentaba en el pensamiento de Haya de la Torre. Como asimismo,en su calidad de miembro de algún nivel de organización, era un celoso guardián de la normatividad estatutaria.
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No pongo a discusión la justeza o no de esos documentos, lo que destaco es que un partido, en el verdadero sentido de la palabra, sea cual sea su encuadramiento ideológico y político, de derecha o izquierda, debe contar con un basamento doctrinario, al que se adhiere la militancia. Teóricamente no podrían existir partidos políticos al margen de ese sustento y de su programa político. La realidad, sin embargo,. nos muestra todo lo contrario. En el Perú, los partidos políticos de hoy, particularmente los de la derecha, se han mercantilizado, para pasar a convertirse en meras cajas de resonancia de los intereses crematísticos, no pocas veces mafiosos, de determinados clases, fracciones de clase y de sus operadores políticos.
Que los fiscales del país hayan tipificado a Fuerza Popular como una organización criminal, es un buen ejemplo de lo que estamos señalando. Hay operadores políticos y connotados empresarios nativos metidos en una danza de millones de dólares. Los propios orígenes de dicha organización son turbios. Pero no es la única organización en la que se constata esas relaciones nada santas. En el congreso de nuestros días se evidencia la presencia de partidos también de orígenes inciertos. Sobre el tema, hay investigaciones que respaldan tal aseveración.
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En un texto anterior, cité a Francisco Durand y su libro Los doce apóstoles de la economía peruana para fundamentar -en la explicación de la negación congresal del voto de confianza al gabinete Cateriano-,la existencia de una lumpen burguesía que a través de sus operadores tiene una presencia gravitante en esa instancia de poder.
El becerro de oro está en la educación universitara. Al respecto, Durand centra su atención en Alianza para el Progreso, una organización política que se sostiene en toda la estructura educativa universitaria montada por su propietario César Acuña. Los recursos, los dirigentes, los alumnos, los docentes, las instancias académicas, la infraestructura...todo, absolutamente todo está servicio de los intereses del caudillo, que aspira llegar a la presidencia de la República. ¿Y el ideario? Vaya uno a saber.
Pero no es el único caso de mercantilización de la actividad política. Steven Levitsky y Mauricio Zavaleta, en su trabajo ¿Por qué no hay partidos políticos en Perú?, nos dan más luces sobre el asunto. Para ellos el partido de Acuña no es el único referente de lo que denominan "partidos empresariales. En Ayacucho y Cusco también existen empresas de esa naturaleza, que actúan con buen éxito. Como ha sido también auspiciosa, siempre en provincias, la participación en política de los propietarios de medios de comunicación, que hacen de sus propiedades las plataformas de sus campañas electorales.
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Con esos candidatos y esas estructuras empresariales, pierde razón de ser el partido como organización asentada en el seno de las masas urbanas o rurales para el impulso de la campaña política entendida como irradiación de ideas, propuestas, objetivos de corto y largo alcance. Las emisoras de ratio y TV, y las empresas de servicios sustituyen a los militantes y activistas.
Y si hablamos de candidatos, las preferencias se las llevan los que ponen las bolsas más cuantiosas, o, los que desde fuera del ámbito político llevan en la mochila una carga significativa de popularidad. Prima el espectáculo. Con los partidos doctrinarios los candidatos salían de las propias canteras, los que a lo largo de los años de militancia activa habían demostrado mayor consecuencia en la defensa indesmayable de los ideales.
La existencia de esos partidos empresas, algunos de ellos actuando como verdaderas mafias han profundizado la crisis de la democracia en el Perú. Esta democracia, si bien nunca respondió a los intereses de las mayorías nacionales, hoy, con esos partidos, está revelando su verdadera naturaleza excluyente, opresiva, y monetarizada. El choque entre el Ejecutivo y el Congreso, no es sino una expresión de esas tensiones estructurales.
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