En el congreso, dizque, están buscando al boca sucia que le mentó la
madre al presidente Vizcarra en plena sesión virtual. Algunos han
sindicado al congresista Columbus, que corre con las sedas anaranjadas,
pero la última palabra no está dicha. Salvo blindada de última hora, al
irreverente le espera una suspensión con un ajustón salarial que lo
dejaría medio hilacha a las puertas de las fiestas de fin de año. Salvo
que vaya a palacio y le lustre las tabas al presidente Vizcarra, a
manera de disculpas.
Yo escribí, hace algunos días, que en mi
colonial barrio de Monserrate, en el corazón de la vieja Lima, una
mentada de madre se borraba con sangre, a combo y patada. Lo que no
había escrito es que semejante improperio. en mis tiempos de
adolescente, era algo así como el non plus ultra de las procacidades
barriales. Se aguantaban ajos y cebollas, pero sacar a la madre en una
disputa era un pecado, que rompía los códigos establecidos. Se podía
estar en la escuela, en un partido de fútbol, en la cantina, en la
calle, pero nadie llegaba fácilmente a tal atrevimiento. Y si lo hacía,
se exponía a las consecuencias.
Tales códigos no solamente regían
en Monserrate. Todo barrio que se autoestimara mantenía esas reglas de
conducta. Eduardo Arroyo Laguna, que nació en el Callao, y que ha
escrito sobre el tema ("La mentada de madre") señala exactamente lo
mismo. La madre era intocable, nadie podía insultarla. No faltaba quien
le diera su merecido al faltoso. Y si miramos más atrás, y nos
posicionamos en el Rímac,nos daremos cara a cara con el duelo entre
Carita y Tirifilo, dos causas del hampa de las primeras décadas del
siglo XX, a los que Ciro Alegría inmortalizó en su historia "Duelo de
Caballeros".
Ambos delincuentes eran uña y mugre, pero un buen
día Tirifilo le faltó el respeto a la progenitora de Carita. Razón más
que suficiente para que al mejor estilo de los usos y costumbres de los
ricachos limeños, Carita retara a duelo a Tirifilo, con padrinos de por
medio. El lance a chavetazos, en una pampa rimense, terminó con la vida
de Tirifilo.
Las pautas de conducta barrial se cumplían. Nada
había escrito, pero en el barrio todos sabían que es lo que podía o no
podía hacerse, incluso en las broncas.
En los tiempos que corren
las cosas han variado. Los barrios se han maleado y la mentada de madre
se ha devaluado, se ha trivializado. Arroyo Laguna señala que ahora la
mentada de madre está prácticamente en todas las bocas, hasta se saludan
con tamaña procacidad.
En un congreso de malogrados como el que
tenemos, no llama la atención entonces que existan individuos que hayan
hecho de la mentada de madre una especie de santo y seña para sus
correrías. Es un signo de los tiempos que corren, totalmente
relajadazos.
Otrosi digo: A los 15 años salí de Monserrate,
regresé 10 años después, con esposa y una hija, a vivir no a la misma
casa, sino en una quinta de medio pelo, al lado de la escuela donde
cursé mi primaria. La vecindad de primera, sana y cordial; pero ahí me
encontré con un piurano con un lenguaje de letrina. Nunca olvido que a
su hijo de pocos años lo llamaba al orden mentándole la madre...
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