lunes, 1 de junio de 2020

VOLTERETAZO POLÍTICO




Acaba de morir Javier Alva Orlandini, bien se ha dicho, uno de los líderes históricos de Acción Popular (AP). Ni bien se conoció la noticia, en las redes sociales comenzaron a multiplicarse los elogios y los ditirambos a quien llegó a ser presidente del TC, además de connotado congresista. Creo que en un país como el nuestro, donde se ha hecho crónica la crisis de los partidos políticos, el deceso de Alva puede servir para ensayar evaluaciones que nos lleven a entender las raíces de nuestra precariedad política, como los aparentemente inexplicables bandazos de dichas organizaciones. 

Debe saberse que Acción Popular, el partido que hoy posee una importante bancada congresal, como posicionamientos edilicios nada desdeñables, no es el mismo partido que emergió inmediatamente después de las elecciones de 1956. En estos años, el Frente Nacional de Juventudes, la matriz de AP, que lideró Fernando Belaúnde Terry, emergió como un conglomerado político que aspiiraba a cambiar radicalmente el país. Quien se tome la molestia de revisar el programa fundacional de AP, se llevará más de una sorpresa. No solamente abanderó la lucha antidictatorial, democrática de esos años, además prometió canalizar reivindicaciones sustanciales para esos tiempos: Reforma Agraria, nacionalización del petróleo, industrialización del páis. En la mira estaban la vieja oligarquía y el gamonalismo de horca y cuchillo que controlaban el poder.

Cuando en 1963 AP llega finalmente al gobierno, había perdido ese filo auroral, del programa inicial no quedó nada, y en su volteretazo histórico llegó a aliarse con las fuerzas políticas que representaban el rancio conservadurismo y la reacción extrema con el Apra a la cabeza.Tan es así que de ser un partido en cuya emergencia - como Frente de Juventudes- había coincidido con el Partido Comunista de esos años, pasó a ser una organización visceralmente anticomunista. Aplastó sin misericordia los alzamientos guerrilleros de 1965, se desataron persecuciones contra las fuerzas de izquierda, se prohibió el viaje a los países socialistas e incluso se ordenó la quema de libros "comunistas".

Alva Orlandini, como ministro de gobierno fue el operador directo de tan antidedemocráticas políticas. Juan Mejía Baca, el extinto librero, en su texto "Quema de Libros, Perú,1967" dejó para la posteridad un apasionado testimonio de esa incineración, repudiada por el mundo de la educación y la cultura, dentro y fuera del país. La insurgencia de los militares en 1968, no puede explicarse al margen de ese retroceso histórico de AP. Las reformas velasquistas, las más radicales, enfilaron justamente a resolver reivindicaciones económicas y sociales que unos y otros partidos de la derecha - incluido AP con sus líderes históricos- habían dejado para las calendas griegas, en defensa justamente del orden establecido. 

Cuando en 1968 AP volvió al poder lo que hizo fue sencillamente encarrilar constitucionalmente el desmontaje de las reformas militares, - que el general Morales Bermudez había impulsado desde 1975 en la segunda fase del militarismo- para gusto y regusto de la burguesía nativa, que con operadores políticos de la talla de Belaúnde, Ulloa y Alva Orlandini, recuperaron plenamento el mando del país.

En resumen, de ser un partido que inicialmente expresó los intereses reformistas, radicales, de los trabajadores de la ciudad y el campo, de estudiantes, intelectuales, e incluso algunos sectores burgueses, AP, en el fragor de la lucha política devino en una organización abiertamente derechista, entreguista, antipopular y ferozmente anticomunista. Del viejo partido hoy no queda nada, es una organización del orden. Salvo que ustedes crean que jugadores de la talla de Diez Canseco, Vitocho o Barnechea, los mangoneadores, estén realmente al lado del pueblo, de los olvidados de siempre. Lo que no significar negar que el seno de ese conglomerado no existan sectores y personajes que quieran marcar la diferencia.

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