lunes, 15 de junio de 2020

´1950, LA INSURRECCIÓN OLVIDADA



Lucho Podestá

Conocí a Lucho Podesta hace más de 10 años. Tuvo la gentileza de presentar en la Asociación Guadalupana un libro sobre amores y boleros que este escriba había trabajado en esos años. Le había dado en el bobo: en su Arequipa natal, en su juventud había hecho música, y como toda su generación le entraba con fuerza al bolero, como también al mambo, y de cuando en cuando al tango. Lo que ignoraba de Lucho es que tras su hablar respetuoso y querendón, había una faceta que recién conocí cuando me leí, de un solo tirón, su libro: Cuatro Días de junio, en la que como él subraya evoca el levantamiento de la muchachada del Colegio Independencia en la Ciudad Blanca, en junio de 1950, y que derivó en una insurrección popular contra el odriismo que fue debelada a sangre y fuego.

De esos acontecimientos han pasado 70 años. Desde sus cuarteles de invierno Lucho exhortó ayer a un minuto de silencio en homenaje a sus compañeros del Independencia que un martes 13 de junio resistieron a pie firme la feroz arremetida de la policía contra los colegiales en huelga. Los mastines policiales estaban armados hasta los dientes, apoyados desde afuera por una soldadesca que como amenazadoramente dijo el prefecto Meza Cuadra, "disparaban a matar".

La policía no logró desalojar a los estudiantes, pero si dejó un trabajador muerto y varios estudiantes heridos de bala. La reacción popular, indignada por la salvajada represiva no se dejó esperar. De ahí para adelante los hechos tomaron otra envergadura. Las campanadas de la iglesia llamaron al pueblo a movilizarse en defensa de sus hijos, contra el autoritarismo y la represión. Los trabajadores del mercado, los obreros, los estudiantes, los vecinos, fueron ganando rápidamente las calles, el levantamiento popular avanzaba a pasos agigantados. Una chispa había encendido la pradera.

¿Que pedían los colegiales? Sus reivindicaciones eran muy puntuales. En el colegio se estaba imponiendo una disciplina de cuartel. La nota de conducta comenzaba a ser utilizada como una gran espada que pendía sobre las cabezas de los muchachos. Asimismo pedían cuentas. Sus padres habían pagado cuotas para para la compra de equipos deportivos, pero un estudiante había muerto por falta de colchonetas en el campo deportivo. En la misma dirección exigían la mejora de la alimentación para los internos del plantel, dar fin a los abusos de los profesores que incluso llegaban a golpearlos, y el derecho a organizar sus asociaciones deportivas y culturales.

¿Qué relación existió entre la asonada estudiantil y la insurrección posterior?. Si nos ceñimos a lo escrito en su libro por Lucho Podesta, 50 años después de los acontecimientos, no hubo ningún vínculo. Se ha hablado mucho de la probable influencia de tal o cual organización política. Podesta, que no fue un dirigente más, sino el líder del movimiento, afirma que fue una reacción netamente reivindicativa.

Es posible, sin embargo, ensayar una respuesta de conjunto a la interrogante formulada. En el año en que se produce la insurgencia estudiantil y el posteriormente levantamiento popular, Arequipa está herida en su amor propio, como está también golpeada por el desarrollo de los acontecimientos políticos nacionales. El golpe del general Odría en 1948 cointra el régimen constitucional, había devuelto a su casa a un connotado patricio arequipeño: José Luis Bustamante y Rivero, elegido presidente en 1945. Pero la bofetada mayor es que con Odría en el poder se restauraba una visión ultraliberal y entreguista, que le daba la espalda a las expectativas de los empresarios arequipeños, como a sectores populares sureños, justo cuando económicamente el piso estaba movido.

Arequipa estaba en crisis, ya no era la gran ciudad cabeza de la comercialización de la lana que se producía en Puno y Cusco. La producción de algodón en la costa peruana y la preferencia de este producto en el exterior, en lugar de la lana, había descolocado a la añeja ciudad, donde una burguesía pugnaba por coger la hegemonía desde su vocación industrializadora. El raciocinio primario exportador de la dictadura odriista complotaba contra sus intereses. Desde antes de junio del 50 los diarios de Arequipa reflejaban las aspiraciones ampresariales como también las movidas políticas y partidarias cointra el dictador, que quería legitimar electoralmente su mandato. El candidato opositor, el general Montagne, que fue puesto mañosamente fuera de la competencia, estaba patrocinado entre otras fuerzas, por sectores representativos arequipeños.

En este ambiente caldeado, antidictatorial, democrático y regionalista, se produjo la huelga de los colegiales del Independencia, un plantel señero de la vieja ciudad. La brutal represión policiaca contra los estudiantes, -que como Podestá indica estaban armados únicamente "del cariño y respeto por si mismos y por el uniforme que lucían y por la firmeza de su convicción en la justicia de su causa"- colmó el vaso de agua. La indignación ganó las calles, el pueblo comenzó a aprovisionarse de armas, se levantaron barricadas, los francotiradores tomaron posiciones, se formó una Junta de Gobierno de la ciudad, se declaró la huelga general...espontáneamente la insurrección había alumbrado,

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