En los años 90, con el neoliberalismo impuesto a sangre y fuego en
el Perú por el fujimontesinismo, fueron los jesuitas - si mal no
recuerdo- los que en una declaración pública alertaron sobre la peste
ideológica que se nos venía encima: el egoismo, el individualismo
arrogante, el lucro desenfrenado, la corrupción...No se equivocaron.
El coronavirus ha sacado a luz las falencias de nuestro sistema de
salud, -venido a menos justamente por su pobreza presupuestal y la
corrupción- que en algunos lugares ya colapsó con el dengue, y que nos
llevaría a una hecatombe si el primer mal se expande en medio de la
espantosa crisis de salubridad que soportamos. ¡Hasta cuando vamos a
vivir en esta cochinada¡ ha exclamado indignado el doctor Elmer Huerta.
Pero ese mismo coronavirus ha puesto al sol la miseria moral de algunos
sectores sociales, en especial de los más pudientes, que en una
verdadera orgía consumista revelaron no solamente su ansiedad, su miedo,
sino también su desprecio por los otros, por los vecinos, por sus
connacionales, por los más necesitados. Para ellos todo, para lo demás
nada. Ese fue el mensaje grosero que nos han dejado.
Hay que
tenerlo presente: el capitalismo neoliberal no solamente es una opción
económica, es también una alternativa ideológica y política. Lo uno
interactúa con lo otro, se necesitan mutuamente. La gran lección que nos
dejan estos días aciagos de dengue y coronavirus es que tenemos que
poner en remojo esa opción. Esa es nuestra gran tarea, el futuro nos
pertenecerá si es que camino al bicentenario nos sacudimos de esa peste
ideológica que nos está reduciendo a niveles de animalidad.
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