viernes, 20 de diciembre de 2019

DONDE LA VIDA NO VALE NADA


Alguna vez, mi recordado amigo Lucho Ruiz, a su regreso de su tierra, Bambamarca, contaba con picardía que en las afueras de su pueblo se había encontrado con un bohío cervecero que pomposamente se llamaba "Donde la vida no vale nada".

El buen Lucho, que ya no está con nosotros, se sorprendería al ver que ese nombre bien podríamos extenderlo al conjunto del país, donde se ha llegado al nivel justamente de ese abrevadero serrano.

La macdonalización de la vida peruana, -¿se han enterado como han muerto electrocutados dos jóvenes en uno de esos locales de comida rápida, o como los explotan inmisericordemente?- nos ha llevado a esa situación donde la vida de hombres y mujeres importa un carajo. 

Lo que interesa es el lucro, la ganancia fácil y rápida, el presente bollante, aunque se hipoteque el futuro, la salud, la vida de millones de peruanos, que se van perdiendo en medio de ríos, lagos y parajes contaminados, ora por la minería, ora por el petróleo, ora por los depredadores de la Amazonía. 

Y si no es por angas es por mangas: condiciones infrahumanas de laboreo, donde el concepto de trabajo digno, decente, civilizado, no existe en el raciocinio de los gamonales o caucheros del siglo XXI; amparados como están por un Estado que mira hacia otro lado si de salvaguardar el capitalismo salvaje se trata.

Lo dijo un imbécil que funge de inspector municipal cuando se le increpó por la negligencia en el control del local de Mc Donald's donde murieron los jóvenes Alexandra Porras y Carlos Campos: "hay que ser cautos, se trata de una transnacional".

Ni más ni menos la misma lógica y el mismo espíritu depredador de empresarios y mercaderes de la pluma, que cuando los cadáveres de los jóvenes no terminaban de ser velados y homenajeados por sus familiares y amigos, ya estaban anunciado una hemorragia de inversiones en el sector donde justamente se constata una violencia homicida en las relaciones laborales con los jóvenes, hombres y mujeres, a los que mañosamente denomina "colaboradores" para quitarle el filo, la potencialidad del término trabajador.

En decir, en el Perú macdonalizado de nuestros días, obra y gracia del capitalismo neoliberal impuesto desde los años 90, no solamente estamos expuestos a morir en manos de cualquier delincuente drogo; también nos las estamos jugando en un orden salvaje, que nos ha retrotraido al capitalismo del siglo XIX, donde los delincuentes de cuello y corbata, amparados en el poder de su capital y de su control del Estado, sacrificaban en el altar de su angurria a los hombres y mujeres, niños y ancianos.

En esos tiempos - ahí están los escritos- como en los de ahora, la vida no valía nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario