martes, 26 de noviembre de 2019

LAS VÍSCERAS DEL PODER


La decisión del Tribunal Constitucional (TC) de mandar a la calle a la señora Keiko, cortando así la detención sancionada y ratificada por tres instancias judiciales y 10 jueces, está develando, una vez más, los intersticios del poder en el Perú. Hace pocos días asistimos a la confesión de los más empingorotados burgueses nativos de sus entripados financieros con el partido de la señora Fujimori, como también con otros partidos de la derecha peruana. Arreglos bajo la mesa, a todas luces mafiosos, orientados a un toma y daca tan propio de la política criolla. Ayer, el TC dio un paso más en esa puesta al sol de los entuertos del poder. Más allá de los jueces y fiscales que se están jugando hasta la vida en su función de administrar justicia, hay sin embargo otros magistrados, tribunos les llaman a los del TC, que también se la juegan, pero un sentido contrario a los Carhuancho, Vela y Pérez. Su rol es blindar, exonerar, limpiar, liberar, obstruir. Tomándole la palabra al señor Ramos, uno de los que votó a favor de la liberación de la señora K: ya no existe el peligro de obstrucción por parte de la acusada porque el congreso que controlaba ya no existe, fue disuelto. Efectivamente, ya no existe, pero están los Hinostroza y los Chávarry, más agilitos que antes, para servir en otras instancias del poder a quienes tiener la batuta en los destinos del país.

Esa situación no es nueva en el Perú. A lo largo de la historia republicana, desde el propio desarrollo del capitalismo fue surgiendo una costra judicial y burocrática al servicio de la omnipotencia del capital y del gamonalismo. La historia es pródiga es mostrarnos chanchullada tras chanchullada en la afirmación del capitalismo y del poder de los grandes propietarios. Sea por el lado del guano y del salitre, el petróleo, las cañas, el algodón, caucho y los minerales en los siglos XIX y XX. A finales de este siglo y en lo que corre el siglo XXI, ya con la Constitución de 1993, la situación de fondo no ha cambiado aunque los actores ya no sean los mismos. Los dueños del Perú, que en las elecciones de los 90 apostaron primero por Vargas Llosa y que después, sin vergüenza alguna se pasaron a las filas del fujimorismo triunfante, lograron en el 93 sacar adelante la Constitución que les garantizó la ganancias desmedidas, con buenas y malas artes. Y si algo fallaba pues para eso estaba la dupla Fujimori-Montesinos y los jueces o tribunos que los sacaban del problema. En el último número del semanario Hildebrandt en sus trece -donde se afirmó que la liberación de la señora Keiko era ya una realidad porque el voto decisivo del magistrado Ramos estaba asegurado-, se señala que decisiones de esa naturaleza, favorables a corruptos y  grandes empresarios, no eran nuevas en la perfomance de dicho señor. ¿Acaso el patriarca de los Romero, una de las topoderosas familias del Perú no tiene sus videos pidiéndoles favores al mismísimo Montesinos?

Para la burguesía peruana es fundamental controlar ese poder, tener esa capacidad de armar y desarmar, de decidir, de imponer, de articular o desarticular el país de acuerdo a sus particulares intereses. La afirmación de la señora León, presidenta de la Confiep, asegurando que en las elecciones presidenciales su gremio financió una campaña a favor de la mantención del neoliberalismo, o las confesiones de los propietarios del banco de Crédito, de la minera Volcan, o de leche Gloria, sobre su apoyo financiero al partido de la señora Keiko,  tienen ese norte: mantener el control de ese poder. Las campañas mediáticas contra quienes se atrevan a poner en tela de juicio las coordenadas de desarrollo del país, establecidas en la Constitución del 93, o  su excomunión ideológica brutal mediante epítetos como "antisistemas", "antimineros", "rojos", "caviares"...llevan ese mismo signo. El edificio construido en los 90 es sagrado, intocable. Lo que está ocurriendo en Chile, Colombia, Ecuador o Argentina, les resbala olímpicamente.

Como ven, en el Perú de nuestros días no se necesitan mayores esfuerzos para darnos cara a cara con las visceras del orden establecido. Desde las propias contradicciones del sistema van aflorando los entripados que alimentan la indignación popular. Por eso es que afirmamos que hay abundante leña seca a lo largo y ancho del país. La decisión de ayer del TC, por ejemplo, catapultó movilizaciones de rechazo en diferentes puntos del país y se anuncian otras para los próximos días. Los mejores agitadores, en la actual coyuntura, son los dueños del capital, que ante los fiscales y con el fin de salvar sus perfumados cuellos, siguen revelando sus arreglos mafiosos, o los propios jueces y fiscales que al margen o en contra sus juramentos han puesto la justicia al servicio del mejor postor. La existencia de los "cuellos blancos" lo dice todo.





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