sábado, 21 de septiembre de 2013

¡QUÉ TALES FAENONES!

Foto: diario La República

¡Qué tales faenones!

Mientras en Arequipa el presidente Ollanta se entregaba en cuerpo y alma a la gran minería, haciendo de los mineros informales y de los municipios que malemplean los recursos del canon minero los malos de la película, limpiando de polvo y paja al gran capital extractivista en lo que a transgresiones medioambientales y otras irregularidades se refiere, denunciadas sistemáticamente por los pueblos que las sufren; en Lima, el ex presidente García, -exculpado hace días por el TC de responsabilidades en los crímenes de lesa humanidad ocurridos en El Frontón- recibía otra vez el respaldo de los jueces al anularse todo lo actuado por la Megacomisión parlamentaria en la investigación sobre los narcoindultos y el BTR en la que el hombre del ego colosal aparece seriamente comprometido.

Horas antes, con una vulgar leguleyada preparada por sus correligionarios congresistas, el ex presidente Toledo dribleaba muy criollamente a sus inquisidores, que le están pidiendo cuentas sobre el escándalo inmobiliario en el que está inmerso.

Congresistas, que por lo denunciado por el Semanario de Hildebrandt, no la pasan mal en estos tiempos de vacas flacas. Porque si es escandaloso lo del señor Toledo, no resultan menos llamativos los signos exteriores de riqueza de varios de los inquilinos del Congreso que de un tiempo a esta parte han adquirido casas y propiedades que revelan que han pasado a engrosar las filas de los nuevos ricos del Perú. Bien harían en explicar cómo la hicieron...

Pero falta la perita en dulce: las horas de gloria que vive hoy el gran capital y sus epígonos políticos, alcanzan también a los propietarios de El Comercio que al tragarse con zapatos y todo a la empresa que sacaba el diario Correo controlan ahora cerca del 80% de los medios informativos del país, poniendo al sol lo falaz que resulta hablar de libertad de prensa e información en el Perú. Vale por ello el gesto de Henry Pease de renunciar a escribir en El Comercio.

¡Qué país! Por lo menos debiéramos comenzar por indignarnos...

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