domingo, 23 de diciembre de 2012

RUTH BUENDÍA, UNA ASHÁNINKA EJEMPLAR


La líder indígena ha logrado el reconocimiento de la violencia contra su pueblo y la amenaza de desplazamiento actual por la construcción de grandes hidroeléctricas en Perú. 

 Por Jacqueline Fowks 

 La dirigente preside la Central Asháninka del Río Ene (CARE), la principal organización que agrupa a indígenas de esa etnia de la selva central de Perú, una de las más diezmadas por el grupo terrorista Sendero Luminoso entre 1980 y 2000. 

Ruth Buendía logró que la capital de Perú conozca, por primera vez de forma masiva, la violencia y desplazamiento que sufrieron entonces –abandonados por el Estado–, y la amenaza actual de desplazamiento por la construcción de grandes hidroeléctricas y proyectos extractivos. 

Para ello promovió desde 2011 una serie de debates y actividades culturales llamadas Octubre asháninka. A diferencia de los peruanos que enfrentan problemas similares con empresas mediante bloqueos de carreteras y paros, Buendía encaró la amenaza a los territorios ancestrales mediante acciones legales formales y difusión de la cultura de su pueblo. 

Durante el Octubre asháninka de 2012, la muestra fotográfica Pasado que no pasa, documentando la violencia de Sendero Luminoso que los afectó y la alerta en que viven hoy, atrajo más de 26.000 visitantes en Lima, que se conmovieron por sus padecimientos. 

El año pasado, la constructora brasileña Odebrecht desistió de construir una hidroeléctrica luego de que se generó en Lima una corriente de opinión que veía injusto violentar a los asháninka por segunda vez y cuando la CARE demostró irregularidades en el trámite de la concesión para el proyecto. Buendía vive con sus cinco hijos y su esposo en Satipo, pequeña ciudad del departamento de Junín, donde también estudia Derecho. 

En Lima, durante las actividades públicas, viste la cushma –túnica asháninka– y maquilla su rostro con achiote: sus palabras en su segunda lengua tienen fuerza y conocimiento de las leyes que defienden sus derechos. No se opone a los proyectos de desarrollo, solo exige que les informen previamente. 

Nacida en Cutivireni, perdió a su padre cuando tenía 12 años, asesinado por una comunidad vecina que lo confundió con un miembro de Sendero Luminoso. Tras la muerte, un líder terrorista le dijo a su madre que se fueran con ellos, permanecieron un año cuidando un fundo, luego se apartaron. 

Entonces Ruth partió a Satipo, aprendió castellano en la escuela, trabajó. Luego volvió a las comunidades para aportar a los suyos. Esa experiencia, dicen sus colaboradores, explica su prudencia, valentía y respeto a los otros. La tragedia que vivió de niña la ha conducido hacia la búsqueda de lo justo. 

El País, 23 de diciembre de 2012

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