domingo, 27 de mayo de 2012

SICARIO SANMARQUINO


En la Universidad, “…la regla y no la excepción, es la compra y venta

de votos de los delegados: docentes y dirigentes estudiantiles, por parte

de los cenáculos o camarillas corruptas, jefaturados por los rectores,

decanos, operadores y entornos, que pretenden perpetuarse

en las universidades nacionales”

FENDUP


Cuando se observa con atención a los mequetrefes que ofician hoy de líderes políticos, inmediatamente se piensa en la universidad peruana, otrora cantera de las elites de derecha o izquierda que durante una buena parte del siglo XX, desde el ejecutivo, el legislativo, los gremios o simplemente desde las trincheras partidarias, abierta o clandestinamente, hicieron de la política una actividad decente y docente. Desde los 90, la crisis de los partidos políticos, el apoliticismo o la antipolítica, degenerativas de por sí, insufladas por la derecha neoliberal, particularmente por su franja bruta y achorada, ha reducido a cero ese protagonismo político que le daba vida y color a la universidad, de la cual San Marcos siempre fue un excelente prototipo.

Hoy, en el marco de una obsoleta ley universitaria la universidad se ha convertido en el reino de los operadores – que sustituyen a los viejos dirigentes estudiantiles-que a cambio de prebendas de una u otra naturaleza contribuyen a hacer de las casas de estudios no precisamente –parafraseando a Gonzalo Rose- nidos de inquietudes y batallas, sino todo lo contrario: entes rutinarios y apocados, sin sueños ni utopías, en donde los principios y valores, lamentablemente, han perdido carta de ciudadanía.

Pero siempre hay flores en el pantano. Jóvenes, hombres y mujeres, inquietos, socialmente emotivos, académicamente probos, con pasta innata para recrear las mejores tradiciones del liderazgo universitario; pero también del otro lado, del campo de aquellos sectores que aspiran a mantener la pasividad reaccionaria, siempre existen las salidas – cuando fallan las prebendas- para tratar de liquidar –en huevito nada más- cualquier brote estudiantil diferenciado del comportamiento ya clásico de los asalariados, aunque ello impliquen pisar los campos vedados del delito.

Esto es lo que ha ocurrido recientemente en San Marcos. Los periódicos dieron cuenta de una asonada estudiantil en la Facultad de Economía que frustró el acto electoral para la renovación del tercio estudiantil de esa unidad. Lo que no quedó totalmente en claro fueron las razones de ese movimiento. Con el correr de los días el sol ha alumbrado la bajeza moral de quienes violentando lo que se suponía una segurísima base de datos de la matrícula estudiantil, sustrajeron por algunas horas parte del creditaje académico de 2 candidatos (ambos superaban largamente el mínimo de 12 créditos requeridos para ser candidatos) para tacharlos ante el Comité Electoral, sacarlos del juego, y luego, perversamente, provocar la anulación de la lista en la que ambos jóvenes postulaban, al verse reducida ella de 7 a 5 candidatos.

Benjamín Chian Núñez y Elías Moreno Alfaro, son los estudiantes a quienes se les cortó a la mala la candidatura. Ambos son alumnos regulares, el primero, cuenta en su haber con 23 créditos y el segundo con 22. Cuando su lista, Gran Unión de Bases, solicitó formalmente su inscripción electoral, dejó constancia, mediante la presentación de los reportes académicos expedidos en el mes de abril del año en curso que ambos estudiantes, en cuanto creditaje se refiere, cumplían con el reglamento, al igual que los otros integrantes de la lista.

El 3 de mayo pasado, sin embargo, durante unas horas, una mano negra manipuló la información académica de Chian y Núñez para reducirle su creditaje a menos 12. Para hacerlo, esa mano tuvo que meterse a la que se suponía segurísima – por informatizada- base de datos de la matrícula estudiantil y retirar a ambos de algunos cursos para reducirle el creditaje. La movida duró pocas horas, las necesarias para que un sicario, con reportes académicos falsos, estuviese listo para matar electoralmente, a sangre fría, a Chian y Núñez.

Y así fue: el sicario se presentó ante el Comité Electoral, tachó a ambos estudiantes por supuestamente no estar legalmente aptos para ser candidatos; y en tiempo record, con una celeridad increíble, logró que ese mismo día se aprobase la tacha, se expidiese la resolución correspondiente, e inmediatamente después se aprobase otra resolución anulando la inscripción de la lista Gran Unión de Bases.

Logrado este objetivo, la mano negra volvió a meterse a la base de datos para restaurar todo lo modificado. El encargo estaba cumplido.

Como ustedes pueden suponer, el personero de la lista afectada nunca fue informado de la tacha – el debido proceso no existe en ese Comité Electoral- para que levantase las amañadas observaciones. Cuando se enteró todo estaba oleado y sacramentado. La lista, que según todos los sectores, se iba constituir en un galope en la Facultad – las otras 2 listas con consideradas como oficialistas- había quedado fuera de juego. El crimen electoral estaba consumado, el sicario - ¿cuánto le pagaron por este trabajo? había cumplido con creces su cometido. Los autores intelectuales del crimen – hay que ser idiotas para no sospechar quienes son- podían respirar tranquilos: las elecciones no iban a traer sorpresas: ganase Chana o Juana nada iba a cambiar, los 7 votos del tercio estaban asegurados, se allanaba el camino de la perpetuidad.

No contaron, sin embargo, con la indignación estudiantil. El viernes 18, día de las elecciones una marejada estudiantil barrió con ánforas y planillones, aprehendió matones y reveló relaciones nada santas entre ellos y conocidos operadores estudiantiles. Pero los hallazgos más serios, que ya están en poder del Ministerio Público, se habían producido días antes. El sicario, la mano negra que se metió en la base de datos y los autores intelectuales habían dejado huellas por todos lados, tantas que los nervios empujaron confesiones espontáneas que han permitido reconstruir los hechos, convertidos ahora en insumos de la denuncia penal interpuesta contra los responsables del fraude.

No es casual ese nerviosismo, un peritaje especializado en la base de datos dará luces sobre los cambios en el creditaje de Chan y Moreno, pero asimismo puede abrir una caja de pandora en lo que a un hipotético tráfico de notas se refiere. Si se movieron créditos ¿no es lícito pensar que también se pueden mover notas?

Mientras tanto, las autoridades no dicen esta boca es mía. Administrativamente, de acuerdo a ley, podrían abrir una investigación sumaria, sin embargo todo indica que la política de hacerse los muertitos es la mejor salida para ellos; es decir, siguen sembrando vientos, de seguro que más temprano que tarde volverán a cosechar tempestades. La indignación se olfatea en las aulas, en los pasillos, en las bibliotecas, y por supuesto que en las redes sociales, convertidas, a faltas de partidos, en eficientísimos canalizadores de la repulsa juvenil.





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