Definitivamente, la decencia, esa hermosa dama que nos impele a actuar con dignidad, sean cuales sean las responsabilidades asumidas, se quedará a vestir santos – como decían las abuelas- en el mundo de la política criolla. Todos la citan, le revientan cuetes, temerariamente dicen incluso que la han hecho suya, pero los hechos indican que nadie la quiere, que la detestan, que son capaces de dejarla abandonada al pie del altar a pesar de haber anunciado a los 4 vientos que ahora sí la iban a desposar…
El inefable Omar Chehade, ahora ex vicepresidente de la República del Perú, ha sido el último de nuestros políticos criollos en sumarse a la larga lista de aventureros y jugadores de todos los colores, que hicieron de la decencia su gran bandera electoral, para después de ser elegidos dejarla tirada como trapo sucio. Ayer, en el Congreso, se consumó la burla. Chehade, debió irse a su casa, a cultivar flores o criar cerdos. Su comilona con generales de la Guardia Civil para favorecer intereses particulares, probada hasta la saciedad – aunque el ollantismo diga lo contrario- lo empujaba a salir expectorado del congreso. Pero no fue así porque Chehade y el ollantismo apelaron a las viejas tretas de los truhanes de la política –blindaje le llaman ahora- para salvarle el cuello a quien en algún momento fue considerado el delfín del presidente Humala.
La renuncia a la vicepresidencia de la República por parte deChehade – resistida siempre- en vísperas de la reunión congresal donde iba a decidirse su destino, anunció que algo se trabajaba bajo cuerda. La curiosa ausencia de congresistas que previamente habían criticado duramente a Chehade o anunciado su voto por su defenestración– Diez Canseco, Mavila, Bruce y Bedoya- y la vestimenta de salvavidas que lucía Yehude Simon ya en la sesión del congreso, dibujó el final del drama: Chehade podía respirar tranquilo, las movidas del ollantismo habían sido exitosas, dentro de 120 días lo volveremos a ver en el congreso, listo, como conchudamente ha manifestado, para seguir “luchando contra la corrupción”.
¿Qué ganaron con sus oportunas ausencias Bruce y Bedoya? En los próximos días lo sabremos, como viejos zorros nunca dan puntada sin nudo. En cuanto al corajudo Diez Canseco y a la respetada Rosa Mavila, sus compromisos por arriba (la embajada en Uruguay para Mocha Garcíía Naranjo entre ellos) pesaron más que la necesidad de impulsar a fondo la profilaxis política. Una lástima. Conductas de esa naturaleza desalientan a quienes desde la izquierda creen todavía posible revertir el estado de cosas reinantes en el oficialismo.
Finalmente, queda una vez más en claro que las banderas de la decencia, de la lucha contra la corrupción – abandonada en los hechos por el ollantismo- e impulsar una nueva manera de pensar y practicar la política, queda ahora en manos de aquellos sectores sociales y políticos que a pesar de haber votado por Humala, pero sin involucrarse en la borrachera ideológica del nacionalismo, creen posible abrir cauces para el desarrollo de una verdadera alternativa, autónoma, progresista y realmente socialista, donde la ética no sea solamente verbo sino una hermosa realidad.
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