martes, 23 de febrero de 2010

¡QUE TAL CONCHA!



Disculpen la procacidad, pero nuestros gobernantes se pasaron de vueltas. Ahora resulta que Alberto Fujimori, alias Kenya, sentenciado por los tribunales peruanos a ene años de prisión por ladrón y crímenes de lesa humanidad, podrá asistir - con un permiso especial- a la boda de su hija Sachi, quien actuando como si todavía siguieran en Palacio quiere que su padre sea quien "la lleve al altar"; solicitud que "por razones humanitarias" ha recibido el aval del gobierno, que por boca del propio Primer Ministro ha anunciado "que como estamos en una democracia y no en una dictadura" se autorizará la presencia de Kenya en el matrimonio religioso.
Esa autorización, dada al más alto nivel, revela, una vez más, que en el Perú no existe igualdad en el tratamiento carcelario a los presos porque hay quienes gozan de privilegios especiales y otros que no tienen esa suerte. Con la reciente liberación del señor Crousillat, indultado por el Presidente García por supuestamente estar en muy malas condiciones de salud - pese a que se le ha visto veraneando en Asia como cualquier mortal- se manifestó esa realidad, mil veces negada por las autoridades. En esta oportunidad, con la boda de Sachi, vuelven a ponerse al sol los alcances del poder económico y político en el país, que están en la base del permiso concedido a Fujimori y en este último caso la alianza entre el APRA y el fujimorismo.

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