sábado, 26 de septiembre de 2009

¡HIJO DE
PUTA!
Foto: Caretas

En los días que corren, cuando un poco más y crucifican al Comandante Humala por haberles dicho cabrones al Presidente García y al caco Fujimori, bueno es recordar la entrevista que Dennis Vargas Marín le hizo al siempre modoso Hernando De Soto en abril de 1993. En aquella noche, como cualquier poblador común y corriente de los barracones del Callao, el autor de El Otro Sendero calificó de ¡hijo de puta! al célebre escritor peruano, expresión que, a diferencia de ahora, fuera defendida por la mismísima Dra. Martha Hildebrandt, argumentando que el propio Cervantes la empleaba.
Quiero aclarar, por si las moscas, que el Comandante Humala no es santo de mi devoción, lo que pretendo es señalar lo que los chinos denominaban doble faz, en este caso de personas, que ante conductas como la de De Soto - o también del siempre procaz Cardenal Cipriani- llegan a justificar el uso, por parte de ellos, de expresiones nada celestiales, no asumiendo la misma actitud frente a sus oponentes políticos.
Pero dejemos a Juan Manuel Robles, desde su blog Bye Bye Perú, que nos refresque la memoria.

Tres palabras bastaron para hacer trizas lo poco que quedaba de una vieja amistad. Hoy recordamos el episodio como un momento inolvidable, surrealista, una alucinación febril capaz de dejar boquiabiertos a los televidentes más legañosos. Algo de fantástico hubo en todo aquello. Y no es que celebremos tamaña insolencia contra el más universal de nuestros novelistas, pero vamos, escuchar a Hernando de Soto decir lo que le dijo a Mario Vargas Llosa el domingo 25 de abril de 1993 fue uno de las mayores delicias que nos pudo dar el periodismo televisivo en los noventa. Cuánta elocuencia. Cuánta claridad. Cuánta desfachatez e inclemencia revelándose contra el aletargado espíritu de una ciudad acostumbrada a hablar bajito. En el país de las medias tintas y los murmullos, De Soto había tomado el otro sendero.

Hernando de Soto no es un superstar hoy (el hecho de ser yunta de Bono no lo acerca a la milésima fracción de algo parecido a la celebridad) ni lo era en esa época. Que le hiciera una entrevista Denis Vargas Marín —suplente oportuno de Guido Lombardi— no era precisamente un acontecimiento televisivo de gran impacto. Aquella conversación, pues, discurría calmadamente, sin sobresaltos ni contratiempos, aunque ciertas preguntas del periodista dejaban ver algún interés por hacer a De Soto hablar de más sobre el escritor. Mario Vargas Llosa acababa de publicar El pez en el agua, un libro de memorias que, además de ser una de las grandes joyas de la prosa literaria testimonial peruana, ajustaba cuentas con algunos de los cómplices que lo secundaron en la cruzada política que había terminado tan calamitosamente en 1990. Uno de los damnificados fue su ex amigo De Soto. Vargas Llosa había escrito sobre él:

“Era vanidoso y susceptible como una prima donna (...) un tanto pomposo y ridículo, con su español trufado de anglicismos y galicismos y sus cursilerías aristocráticas”. [También lo acusaba de tener] “una imagen de intelectual que, como dicen mis paisanos, lloraba al ser superpuesta sobre el original”.

Eran los años en que Vargas Llosa andaba peleado con el Perú. Poseedor de una visión de futuro que hoy tenemos que reconocerle (y con una gigantesca dosis de resentimiento, también), el escritor se negó a aceptar el hecho de que Fujimori hubiera recibido el respaldo popular y que la OEA le hubiera dado el visto bueno a su gobierno luego de la conformación del Congreso Constituyente Democrático. La intransigencia de Vargas Llosa rozaba el fanatismo: “Los medios de comunicación tratan de presentar la dictadura de Fujimori como de gran apoyo popular, lo cual es totalmente falso”, declaró ese año en México, cuando Fujimori tenía índices de aprobación que rozaban el ochenta por ciento. En la entrevista que nos concierne, Hernando de Soto criticaba a Vargas Llosa por utilizar su influencia para solicitar a organismos internacionales el cese de créditos financieros para el Perú. De pronto, y sin que Denis Vargas se lo preguntara, De Soto dijo tener una definición precisa de qué era Vargas Llosa para él:

—Un hijo de puta.

Denis Vargas Marín repreguntó visiblemente consternado y De Soto volvió a pronunciar cada una de las sílabas. Hi-jo-de-pu-ta. También defendió el insulto arguyendo que era muy castizo y peruano. Durante los siguientes días, hubo reacciones de todo tipo. La revista Caretas publicó un editorial en el que califica el insulto de De Soto de “deplorable” y “matonesco”. El Movimiento Libertad censuró en un comunicado las declaraciones, “por el uso de un lenguaje procaz e inaceptable en un programa televisivo”. Hasta la Dra. Martha Hildebrandt se pronunció en la revista TV + defendiendo el uso del epíteto: “¿Y por qué excluir de la cultura una expresión como “hijo de puta”, que está en Cervantes?”

Años después, el periodista Beto Ortiz deslizaría la versión de que el insulto era parte de un libreto preparado con anterioridad. Incluso, dijo, De Soto habría llegado a ensayar antes de la entrevista. Guido Lombardi no había asistido a Panorama, justamente, porque trabajaba para el Instituto Libertad y Democracia (fundado por De Soto) y sabía bien lo que iba a ocurrir. Preparada o espontánea, al cabo de casi 16 años la mentada de madre de Hernando Soto sigue generándonos una mezcla de sorpresa, incomodidad y vergüenza ajena. Por suerte, De Soto se encargó de calmar los ánimos años después al decir que aquello había sido solo una “pelea de arequipeños”.
31 de enero de 2009

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