lunes, 31 de agosto de 2009


Puno:
PINTURAS RUPESTRES


Don Jorge Basadre escribió alguna vez que los fundadores de la República peruana no tuvieron conciencia del Perú en el tiempo ni en el espacio. En el primer caso, no supieron donde realmente estaban nuestros orígenes, a lo sumo, su visión llegaba hasta el incario; mientras que en lo que se refiere al espacio, la inestabilidad de sus límites, jaqueados siempre por los conflictos con los países vecinos, les impidió una visión de conjunto.

Los avances de la Arqueología nos permiten hoy contar una relativa claridad sobre nuestros inicios, que podrían llegar, siglos más o menos, hasta aproximadamente los 20 000 años antes de Cristo. Tiempos aurorales, de cambios y transiciones a todo nivel, en Costa, Sierra y Selva, en cuyos escenarios nuestros primeros ancestros se dedicaron a las actividades más elementales del hombre en su desarrollo: la caza, pesca y recolección.

Las huellas de esos hombres son posibles de encontrar en diferentes puntos del territorio actual; existiendo lugares emblemáticos, la mayoría de ella en cuevas y alrededores de Toquepala, Lauricocha, Chivateros y Oquendo, Paiján, Pacaicasa, Viscachani, etcétera. Estamos hablando sin duda de sus basurales, o de sus talleres de instrumentos de piedra, hueso o madera, que sea cual fuera su fase específica de evolución, cubrieron lo que en términos generales podríamos llamar nuestra edad de piedra.

Cuevas o lugares abrigados que según Luis Lumbreras se convirtieron en una especie de santuarios, donde los cazadores pintaron sus experiencias vitales, particularmente de caza, donde se confundían hombres y animales, en especial con el guanaco. Estas pinturas rupestres, como las que se presentan en el video corresponden a esos tiempos, pero también a fases más avanzadas.

En el Perú, a lo largo y ancho de nuestro territorio, nos vamos a dar con el llamado arte rupestre; lugares ubicados a nivel del mar o por encima de los 4 000 metros de altura, la mayoría de ellos, como sucede con nuestro patrimonio arqueológico en su conjunto abandonados a su suerte, en peligro incluso de desaparecer ante el avance de algunos proyectos de inversión, elaborados de espaldas a nuestra historia.

En resumen, si de arte rupestre se trata, no hay que pensar en las cuevas de Altamira (España), o las de Lascaux (Francia). Puede tranquilamente marchar a conocer algunos de los escenarios donde cazadores o recolectores dejaron el sello de su presencia auroral.

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