domingo, 30 de agosto de 2009


¡GUADALUPE
NUNCA PIERDE...!


El auditorio Alejandro Bertello de la Asociación Guadalupana, se vistió de gala el pasado 29 de agosto para recibir a los miembros de la Promoción José Gálvez Barrenechea, que egresó del Colegio Guadalupe en 1957, hace 52 años, pero que volvió a reunirse por todo lo alto, para saldar una deuda con su plantel y su Asociación: la entrega de su Libro de Oro, que compendia su paso por las aulas guadalupanas entre 1953-1957.
En la misma ceremonia, la promoción rindió homenaje al hombre que quizá sea el guadalupano más antiguo: Samuel Garrido Fuertes, egresado en 1928, padre de uno de los integrantes de la G-57, que el mismo 29 estaba cumpliendo 100 años de existencia, pero con un estado físico y una lucidez que deslumbró a los presentes.
Fernando Parodi se preguntaba y él mismo se respondía en la red:
"¿Qué energía secreta lo mantiene vivo cuando sus contemporáneos y sus familiares más cercanos ya dejaron este mundo? Sospecho que como todo buen guadalupano se ha identificado con el futuro, y su compromiso de vida es con su descendencia, nietos y bisnietos y eso debe ser lo que lo mantiene vivo, porque no se aferra al pasado"
En lo que se refiere al Libro de Oro de la G-57, el laborioso trabajo de edición estuvo a cargo de Jaime Descailleaux, actualmente profesor de la Universidad de San Marcos, quien en la reunión agradeció el apoyo de sus compañeros de promoción, que con sus colaboraciones escritas y fotografías permitieron sacar adelante el proyecto editorial.
La presentación del libro estuvo a cargo de los profesores sanmarquinos Marco Martos Cabrera, Fernando Quevedo Ganoza y Alberto Mosquera Moquillaza, quienes desde sus respectivas experiencias académicas y profesionales resaltaron la labor desarrollada, poniéndola como ejemplo para las generaciones venideras.
Para conocimiento de los lectores de este blog, trascribimos el texto que leimos en la presentación del Libro de Oro, no sin antes agradecer a los directivos de la Promoción Gálvez Barrenechea por la invitación efectuada, que la he considerado como un honor para quien también es un egresado del glorioso Guadalupe.
UN GRAN REGRESO

Recordar será siempre un buen ejercicio, porque la nostalgia entendida, según Kundera, como la imposibilidad de volver, de regresar, será siempre doloroso. Por eso, quizá, es que se afirma que recordar es volver a vivir, a sentir febrilmente ese pasado que nos sigue perteneciendo, porque en él, viendo las positivamente, positivamente encontraremos siempre los efluvios matinales que nos permitieron ser lo que hoy somos.

La Promoción José Gálvez Barrenechea del Colegio Guadalupe, o simplemente la G-57, está volviendo a las aulas, patios y ambientes del centenario plantel, para, como diría el mismo Gálvez, “aspirar el hálito evocador del amable ayer” en los recuerdos de las travesuras y palomilladas de adolescentes; o para asumir reflexivamente el paso por el Colegio de la avenida Alfonso Ugarte.

El libro de oro de la G-57, desde la primera hasta la última línea es eso: el regreso sistemático, la vuelta mágica, a través de la memoria y de la fotografía, a los años del uniforme caqui, de la cristina y el rombo, de la formación paciente y abnegada de los profesores que dejaron su impronta en nuestro desarrollo académico; y por supuesto que en tanto el Colegio no fue ni es una isla, la vuelta también al contexto social y cultural en el que trascurrieron esos años maravillosos.

El libro es un himno al Colegio, a la formación que se recibió, a los profesores que tuvieron a su cargo la responsabilidad de moldear la transición de la niñez a la adolescencia. En tiempos como los que vivimos, de crisis educativa, muy dolorosa en los planteles estatales incluyendo a nuestro querido Guadalupe, profesores como los que moldearon la G-57 son escasos, ya no existen en la cantidad que requiere el país.

Por señalar solamente tres casos. ¿Encontraremos en estos tiempos a un profesor como lo fue don Rigoberto Cárdenas, dispuesto a entregarnos horas y horas de su existencia para explicarnos en vivo y en directo los secretos de la naturaleza? ¿Habrán otros “monos” Díaz capaces de hacernos entender que no hay vida sana sin cuerpo sano? O, finalmente ¿Existirá en nuestros días un Rómulo Alegre Valderrama dispuesto a demostrarles a sus pupilos que nunca debemos dejar de aprender?

El libro que comentamos rinde un homenaje justo a esos profesores.

Pero además, el texto es un himno a la propia Promoción. No es usual, mucho menos en los tiempos que atravesamos, que existan conglomerados que a 50 años y pico de haber dejado las carpetas de la secundaria, siguen existiendo como colectivo, manteniendo la amistad, los ideales incentivados en el Colegio, la vocación de servicio, y por supuesto que el amor al plantel que los cobijó entre 1953 y 1957.

En un país como el nuestro, de identidades frustradas o en ciernes, la promoción 1957 es un buen ejemplo de lo que significa la identidad, en este caso con un plantel que supo inyectar valores, sentimientos de pertenencia a un ente como lo es Guadalupe, que canalizó y delineó objetivos de y para la vida como admiración por quienes pasaron por sus aulas gloriosas: Gálvez Barrenechea, Valdelomar, Basadre, Melitón Carbajal Antúnez de Mayolo y tantos otros hombres de bien y héroes nacionales, que se contituyeron en referentes fundamentales para la vida.

Las diferencias existían y de seguro que siguen existiendo: por el origen geográfico, social, cultural y económico, por el color de la piel. ¿Qué une a esos hombres? Pues el sentido de pertenencia, la conciencia de que unos y otros forman parte de un colectivo que se ha nutrido en la savia de un histórico Colegio. La G, de Guadalupe y el color celeste simbolizan esa relación multitudinaria.

Esos son los lazos que mantienen con vida a la G-57, su Libro de Oro es un reconocimiento a esa unidad valiosa.

Pero hay algo más en esa promoción que quiero resaltar y que se refleja en el libro: su espíritu juvenil, encomiable para hombres que llegan al año 2009 con una respetable cantidad de escarcha sobre los hombros. Creo que no es casual que Mario Palomino Aviles, vuestro condiscípulo, recuerde al poeta Juan Ríos y sus sabias palabras: JOVEN ES QUIEN TIENE EL ALMA JOVEN; o citando al propio Gálvez Barrenechea, nos diga: JUVENTUD, JUVENTUD TORBELLINO, SOPLO ETERNO, DE ETERNA ILUSIÓN…

¿Cómo explicarnos ese espíritu juvenil? La respuesta está en el propio devenir de quienes con 10, 11 o 12 años pisaron por primera vez el Colegio. Fue, recordemos, el año 1953, y egresaron en el año 1957. Ese periodo de tiempo se caracterizó, social y culturalmente hablando, por el cuestionamiento de lo dado, de lo establecido y entendido como eterno; y por la aspiración, sobre todo juvenil de cambiar ese asfixiante orden de cosas, corriente que se hizo fuerte en particularmente en Lima, conservadora y pacata, pero que al influjo de sus nuevas generaciones fue mostrando escenarios diferentes, heréticos.

En otras palabras: a pesar del conservadurismo, presente en sus élites que añoraban los tiempos coloniales, los niños y jóvenes fueron rápidamente asumiendo nuevas maneras de ver las cosas, de sentirlas y gozarlas. En este contexto, la alegría adquirió una nueva connotación: las calles de la vieja Lima se abarrotaron de niños y jóvenes que mostraban un nuevo rostro, el de la alegría plena, de colores frescos y cristalinos.

Y allí estaba el mambo, convocando a la juventud a mover el cuerpo sin aprensiones de ninguna naturaleza, a pesar de la prohibición del Cardenal Guevara; o también la guaracha matancera y el provocador bolero. Pérez Prado y sus celebérrimas bailarinas, Bienvenido Granda y sus enormes bigotes, Daniel Santos, Nelson Pinedo, Celia Cruz, y tantos otros cantantes o músicos engrosaron el imaginario popular de las juventudes de esos años.

La G-57 se formó en ese clima, Jaime Descailleaux lo revela, al decirnos, por ejemplo, que la influencia de la Sonora Matancera en la juventud guadalupana de los 50 “fue notabilísima”. Tenía que ser así, Guadalupe no podía estar al margen del nuevo curso que estaba adquiriendo la alegría.

En ese ambiente de estudio, pero también de alegría, Guadalupe no podía perder, tenía que ser siempre un Colegio campeón, en todo: en los estudios, en los campos deportivos, en los desfiles, y en cuanta competencia podía existir. Y si perdía pues metía golpe, y aquí también, en el arte del manejo de los puños, nunca hubo un oponente serio, de talla, para esa juventud guadalupana que salía a las calles a ganarse el aplauso bien merecido.

La Marcha Guadalupana lo dice todo:

ABRID ANCHO PASO
LAS PALMAS BATID
QUE VA GUADALUPE
MARCHANDO A LA LID
LA FRENTE ALTANERA
FIRME EL CORAZÓN
PUES ES GUADALUPE
COLEGIO CAMPEÓN


Estimo que esa es la fibra de la G-57. Que esa luz y ese espíritu presentes en el Libro de Oro, nunca se agoten.

Muchas gracias.

Lima, 29 de agosto de 2009

2 comentarios:

  1. Un saludo grande desde Francia a la G-57, felicitaciones por su Libro de Oro. Al Guadalupano de mayor edad, Samuel Garrido Fuertes quien es mi abuelo y a su hijo: Ing. Samuel Alberto Garrido Martell, quien es mi padre.
    tu hija
    Mili

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  2. Un saludo desde España, un guadalupano hijo de Rigoberto Cárdenas, es un orgullo leer algo tan hermoso de mi padre.
    Por si me quieres escribir mi correo personal es: cardenas_escolta@yahoo.es

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