La
lucha fue su elemento. Javier Diez Canseco ha muerto sin dejar de
pelear: contra el cáncer, escribiendo desde su lecho de enfermo contra
sus adversarios de siempre, y finalmente contra quienes tuvieron el
atrevimiento de pretender macular su trayectoria invicta con una
acusación injusta. Los restos de Javier estarán en la plaza Bolívar,
pero no llegarán al congreso, la hipocresía nunca fue su compañera.
La plaza Bolívar y las calles centrales de Lima, escenarios de sus mil
combates en defensa de sus ideales serán testigos de su partida final;
mientras que la histórica casona de San Marcos, la plaza de victorias y
de inquietudes juveniles como la calificara Juan Gonzalo Rose, recibirá a
las multitudes en el adiós al líder que hasta en su último aliento
buscó dejarnos una lección de vida.
¡Hasta la victoria siempre compañero
Javier!
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