Venezuela llora la muerte del presidente Hugo
Chávez. Nadie nos lo está contando, lo estamos viendo en vivo y directo.
Esas lágrimas tienen tanto peso como los pronunciamientos de la casi
totalidad de los líderes del mundo, que le están haciendo llegar a
Venezuela, a los venezolanos, a la familia del comandante, sus más
sentidas condolencias por el deceso de quien fue uno de los conductores
políticos más importantes de nuestro
tiempo.
Este reconocimiento interno y externo no es casual. El comandante
Chávez se lo ganó a pulso, luchando contra viento y marea por
devolverle a su pueblo la dignidad, las ganas de vivir y soñar por una
sociedad justa y decente; por hacer de Venezuela un país protagónico,
respetado y respetuoso en el concierto mundial; y de América Latina, la
patria de Martí y Bolívar, -otrora patio trasero del imperio norteamericano- un continente diferente, autónono y con
personalidad propia.
He ahí el sentido de las lágrimas del pueblo
venezolano, como de los mensajes de los presidentes y líderes que hoy se
inclinan ante el gran estadista.
Murió un hombre, nacio un mito
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