Uno
Cuando epilogaba la dictadura
militar, allá por los años setentaitantos, y al lado de una pléyade de jóvenes
nos involucramos en el impulso y organización de mítines y movilizaciones
electorales en Lima y provincias, en ningún momento se nos cruzó por la cabeza
el usar las papas o los frejoles para motivar la asistencia de los hombres y
mujeres -con los que trabajábamos políticamente- a los actos electorales
programados.
Esos mítines y movilizaciones
eran masivos. Recuerdo uno en especial, el que se efectuó en la plaza San Martín.
La izquierda radical llenó ese escenario de bote en bote. Obreros y
artesanos, pobladores de pueblos jóvenes, jóvenes sin trabajo, maestros,
estudiantes universitarios y secundarios, trabajadoras del hogar, empleados
estatales y bancarios... de todas las edades habían confluido en la plaza.
Llegaron convocados por una idea,
por una propuesta, y por los candidatos que las enarbolaban.
Claro que nada de ello fue obra
de la casualidad. Los partidos en esos años trabajaban a 200 por hora,
incorporados en el día a día de las organizaciones de esos hombres y mujeres:
sindicatos, asociaciones vecinales, federaciones estudiantiles, frentes de
defensa, rondas campesinas, movimientos de intelectuales.
La lucha antidictatorial fue el elemento
central que las movilizaba y los paros nacionales y sectoriales se habían
constituido en sus mejores escuelas de organización y lucha.
Dos
En los años 90 mientras Fujimori
y Montesinos corrompían congresistas comprando sus conciencias y votos, fuera
del palacio legislativo, aprovechándose perversamente de las necesidades de los
pueblos, los degradaban, comprándoles también sus conciencias con las papas y
frejoles que con el dinero del erario nacional distribuían a diestra y
siniestra, en Costa, Sierra y Selva.
Si ustedes repasan con
tranquilidad algunos de los vladivideos verán lo siguiente: Montesinos, con
ajos y cebollas de por medio reclama a sus interlocutores que le regalen ollas
y cocinas a los comedores populares para ganar su adhesión. “Hace como cinco años no tienen
ollas; las ollas están viejas, hay que
comprarles ¡carajo!”, escupe el corrupto. Previamente, a sus mismos
escuchas les ha dicho que con ayuda de la policía y el dinero del estado, van a
organizar centenares de polladas. “Le ponemos la orquestita, le ponemos el
atrio…la música, un poco de la cerveza, después llega el polo, el calendario…y
va aflorando la cuestión política” vocifera el asesor.
Tres
Lo vimos hace algunos días en un
noticiero televisivo. Los patrocinadores de la revocatoria de la alcaldesa de Lima han organizado un
mitin frente a un edificio miraflorino. Las mujeres y hombres, que con sus
niños en brazos han sido llevados en ómnibus, portan carteles de diferentes
tamaños y gritan indesmayablemente consignas contra la señora Villarán.
Lo que
llama la atención es que varias de ellas, interrogadas por los periodistas, no
saben ni siquiera que están haciendo ahí.
Es evidente que a cambio de su presencia
y gritos algo van a recibir, quizá papas, aunque también pudieran ser frejoles.
Acabo de leer en un diario
capitalino que en Ate, don Marco Tulio, cabeza visible de los revocadores trató
de ganar adeptos con música, gaseosas y bocaditos; en otros lugares de seguro
que organizará polladas, distribuirá ollas, polos, almanaques y no faltarán sus
cervezas…buen alumno de Montesinos había resultado ser ese Marco Tulio.
Enero de 2013
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