En los primeros meses de expansión de la pandemia del coronavirus en el Perú, no fueron pocos los que entendieron que estábamos afrontando una verdadera guerra. No veíamos al enemigo, pero éste, desde las sombras, sembraba dolor y muerte en nuestras filas. Más de 200 mil hombres y mujeres de todas las edades han caido en esos combates por la vida y la salud.
A diferencia de esas circunstancias iniciales, hoy conocemos más a nuestro letal adversario, e incluso estamos mejor parados que entonces. La vacunación anunciada de niños entre los 5 y 11 años a partir del próximo enero, luego de haberse vacunado exitosamente a más del 70% de la población objetivo, nos revelan que vamos bien, pero que podríamos estar mejor.
¿Y porque no estamos mejor?
Porque conforme los vacunadores han avanzado, adecuadamente pertrechados con las vacunas contra la Covid19, se han encontrado con poblaciones que se muestran renuentes a aceptar los antídotos. Ayer nada más, los responsables de la campaña sanitaria en las serranías de Piura manifestaban su alarma por una contracampaña negacionista que se orienta a bloquear la vacunación, y que ha logrado que los alcances de la misma en esos lugares sea limitada.
Lo mismo está ocurriendo en la Amazonía, donde incluso un médico, ex congresista por añadidura, fue sorprendido mientras vociferaba pestes contra las vacunas y la vacunación, llamando a los pobladores a no dejarse vacunar.
Si aceptamos la idea de que afrontamos una guerra a muerte contra la Covid19, es indudable que hay que desenmascarar y neutralizar a esos quintacolumnistas, que desde la filas ciudadanas complotan contra la defensa de la vida y la salud de los pueblos del Perú.
Esos quintacolumnistas, abiertos o embozados, apelan a la sinrazón para sembrar el terror en nuestras filas, además de convocarnos a hacer caso omiso de las restricciones que el gobierno ha decretado para multiplicar el número de vacunados. Ante estos antivacuna, que como vemos se han constituido en una amenaza real contra la salud pública, hay que ser firmes, no hay que concederles ni un milímetro de espacio, ni darles tregua alguna.
Ahora bien, contra la sinrazón, el oscurantismo y la ignorancia, de la que esos sectores hacen gala, hay que esgrimir el pensamiento científico y los avances tecnológicos, que a nivel mundial han neutralizado lo que por momentos fue un avance arrollador de la peste; que en el mismo Perú, sin caer en triunfalismos, explican la contención al coronavirus.
En el seno de las masas, hay que escuelear, explicar, persuadir, usando todos los medios masivos de comunicación, los tradicionales y los modernos, empleando los diferentes idiomas que maneja la ciudadanía del Perú de todas las sangres.
En estas campañas, los líderes de nuestros pueblos están jugando un papel excepcional, hay que seguir apoyándose en ellos. Los apus de las comunidades amazónicas, los dirigentes de las comunidades campesinas, o los líderes de las organizaciones sindicales y populares sea cual sea su naturaleza, son las bisagras naturales que nos vinculan con la población objetivo que debe vacunarse.
Asimismo, en este terreno, hay que deslindar, de un lado con el nefasto papel que está cumpliendo el golpismo ultraderechista, que poniendo por delante sus intereses mezquinos de deslegitimar al gobierno del presidente Castillo, se orienta a desbaratar el plan de restricciones de emergencia sanitaria decretado últimamente, que ha permitido multiplicar la vacunación en Lima y provincias.
De la misma manera, se tiene que sacar al fresco el comportamiento erróneo de Perú Libre, que merced a una lectura libresca de la situación política, y pretendiendo desmerecer el trabajo sanitario de los llamados caviares, a los que les han puesto la puntería, le ponen zancadillas a la labor del Minsa.
Como se sabe, desde el congreso ambas fuerzas quieren, mediante leguleyadas, traerse abajo las restricciones que exitosamente se están aplicando. Dichas fuerzas, cada cual desde sus respectivas trincheras ideológicas, soslayan que estamos en una situación de emergencia, excepcional, ante la cual hay que privilegiar el bien común, el interés del conjunto.
Que quede en claro. Una persona, hombre o mujer, tiene derecho a no vacunarse, pero a lo que no tiene derecho, sabiendo que potencialmente puede ser un vector de la peste, es a contagiar a los demás, sean sus familiares, amigos, vecinos, o simplemente anónimos ciudadanos con los que se puede coincidir en algún centro comercial.
Finalmente, la inminente vacunación de los niños, nos obliga a acrecentar esos esfuerzos esclarecedores. Millones de ellos, de acuerdo a lo programado por el gobierno, se aprestan a volver a clases después de dos años terribles, que los ha afectado educativa y socialmente, como también en el plano de la salud mental No hay que permitir que los quintacolumnistas frustren el regreso a las aulas de esos niños y adolescentes que ya perdieron bastante. Que vuelvan a sus escuelas y colegios a retomar el camino de su desarrollo con la seguridad de estar protegidos ante cualquier contingencia sanitaria.
Puente Piedra, 16 de diciembre de 2021
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