miércoles, 7 de septiembre de 2011



ALFREDO TORERO
Huacho, Perú, 10 de setiembre de 1930
Valencia, España, 19 de junio de 2004


En el recuerdo de Antonio Rengifo Balarezo

Yo pensé que Alfredo iba a morirse rápidamente en el exilio, consumido por la nostalgia debido a su profundo arraigo al Perú y especialmente al Perú quechuahablante. Si se hubiera quedado en nuestra patria habría muerto masacrado en la prisión como les sucedió a tantos otros compatriotas. Felizmente, para el pueblo quechua, no ha ocurrido ni lo uno ni lo otro. Alfredo se sobrepuso y dejó una obra para reivindicar un legado ancestral. No he dicho felizmente para él porque Alfredo, hombre de principios, sabía arriesgar su vida por un ideal. La obra de Alfredo constituye el desquite contra la política colonial, que aún sobrevive.

La esperanza de retornar a la patria y su instinto de investigador lo ayudaron a sobrevivir en las duras condiciones del exilio. Una de las glorias del profesorado sanmarquino a quien Arguedas consideraba con autoridad para corregirle sus traducciones del quechua, continuó investigando en el exilio a partir de 1992.

Anidé nueve años el deseo de visitar a Alfredo. Hasta que un suceso inusitado me condujo a Lovaina y aproveché para ir a su encuentro en Ámsterdam. Me recibió en la estación del tren con su sonrisa de siempre, entre dulce y tímida con la permanente esperanza de retornar al país y la satisfacción de haber concluido de redactar un libro. Lo observé con un ligero aumento de peso (lo cual era positivo en él).

Se había resistido a aprender el idioma holandés –y con ello obtener algunos beneficios- porque eso le hubiera significado, según sus palabras, enraizarse en Holanda y perder las esperanzas de retornar a su querido Perú. Sin embargo, a nuestro eminente lingüista que ostentó los más altos grados académicos y que dictó cátedra e investigó en las principales universidades europeas, le esperaba una lóbrega prisión si hubiera retornado a su patria. Y esa espada de Damocles se mantuvo afilada aunque el régimen sanguinario y corrupto de Fujimori hubiera sido cambiado por el del presidente Toledo. ¡Qué tal paradoja! Por decir lo menos.

El gobierno holandés, prevenidamente, le había proporcionado un bastón de ciego porque su visión estaba limitada. A pesar de ello Alfredo me esperó en la estación del tren de Ámsterdam sin el bastón. Y, ya en su casa, noté que usaba computadora con letras ampliadas. (¡Ese Alfredo, no se rezagaba!) Me dijo que la limitación de la visión era una secuela de la presión ocular y del tiempo que estuvo vendado en la Dirección contra el terrorismo en Lima (DIRCOTE).

Aun en condiciones adversas permanecía inquebrantable, enhiesto a sus 71 años. Se mantenía actualizado con lo que sucedía en nuestra patria. Todo un día con su noche conversamos, sinópticamente, de todo; hasta de asuntos personales, íntimos. (Sus amigos sabemos que era un insomne consumado). Dispuse únicamente de un día para visitarlo por razones ajenas a mi voluntad. Al despedirse nos tomamos unas fotos y me dijo en broma que le avisara como estaba la situación en el Perú; porque si no era favorable a su retorno le haría “ojitos” a su vecina, una simpática holandesa que vivía sola. También me encargó que viera el estado del juicio que le había abierto el Estado.

Alfredo era un ejemplo paradigmático de resiliencia. Tenía un gran poder de recuperación y superaba las limitaciones. El ejemplo a la mano: los nueve años en el exilio que ya llevaba en el 2001 cuando nos reunimos por última vez. No se arredraba ante las empresas difíciles. Todo lo que logró le costó un gran esfuerzo.

Cuando los jóvenes con aspiraciones profesionales postergaban la edad para el matrimonio, él se casó, tan igual como lo hacía entonces un obrero o un joven de mi barrio, la Unidad Vecinal Nº 3. Estudiando Derecho en San Marcos enamoró a Anita Navarro y se casaron. Asistían a la universidad llevando a su hijo (En la universidad no había guardería infantil, como tampoco lo hay ahora.).

Luego de concluir sus estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1950-1956) partió a París sin beca, con su esposa, Anita Navarro, y dos hijos pequeños. Trabajó en la Agencia France-Press de 1961 a 1965. Antes lo había hecho en Lima. En Paris tuvo como compañero de labores a nuestro máximo cuentista: Julio Ramón Ribeyro. Simultáneamente estudió una Licenciatura de Letras en la Universidad de París (Sorbona) de 1960 a 1963 y el Doctorado en Lingüística, en la misma universidad de 1963 a 1965. El enorme esfuerzo desplegado le produjo un surmenage. Sin embargo, obtuvo el título de Doctor en Lingüística en 1965, con la tesis: Le puquina, la troisième langue générale du Pérou bajo la dirección de André Martinet (grado convalidado en el Perú por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos).

En 1964 aparece su primer artículo "Los dialectos quechuas", en la revista Anales Científicos de la Universidad Agraria. Como lo ha dicho el mismo Alfredo: condensaba ya en él unos veinte años de investigación. Ahí aparece el primer mapa lingüístico del Perú. Ese artículo, realmente, sorprendió. Es un artículo subversivo. Dejemos que el mismo autor nos lo diga: Como en la época se tenía al quechua como el idioma extendido por los incas desde el Cuzco y al habla cuzqueña como la única 'pura'; y, en las conclusiones de mi artículo se sostenía, en cambio, que el quechua se había originado en la costa central, en torno a Lima, y que el habla cuzqueña era un dialecto tan 'puro' como el ancashino o el huanca, o cualquier otro.

(Algunas veces los grandes descubrimientos o los aportes al conocimiento no aparecen bajo el formato de un libro. Basta un artículo, como lo hizo Alfredo. O un simple folleto, como el del médico rural inglés Edouardo Jenner con el que trasmitió su trascendental descubrimiento, hace ya más de doscientos cincuenta años: la vacuna contra la viruela).

Concluidos sus estudios en París, retorna a Lima y se incorpora a la actividad docente en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos 1965-1992. Y en la Universidad Nacional Agraria La Molina, 1965-1972. Fue un profesor carismático, con influencia en el alumnado. Frecuentemente estaba rodeado de alumnos que luego devenían en amigos que frecuentaban su casa. Recuerdo a Angélica Aranguren de Antropología de San Marcos; de CC.SS. de la universidad agraria La Molina a Francisco Bazo, Nelson Manrique, Fano, Susana Uzátegui, Darío Alejandro Benavides Loayza y Alberto Gálvez Olaechea. Pancho Bazo estuvo requisitoriado un tiempo, Susana partió a Santiago de Chile al asumir el gobierno Salvador Allende, luego del sangriento golpe militar del general Pinochet se enrumbó hacia Nicaragua; Darío fue a Buenos Aires para integrarse a la guerrilla urbana que luchaba contra la sangrienta dictadura de Videla y murió en acción de armas; Beto Gálvez se integró muy joven al MRTA y ahora lleva en prisión 23 años. Nelson Manrique es un sociólogo de renombre. Otra joven a quien Alfredo le tenía mucho cariño y le dispensaba un trato paternal fue Cecilia Oviedo, quien fue empleada del Ministerio de Comercio y Secretaria General de la Confederación Intersectorial de Trabajadores Estatales (CITE) por los años 1982-1983; poco después, tuvo que verse forzada a exilarse en México. Bueno, hasta ahí las relaciones de Alfredo con los jóvenes.

Uno de sus aportes como lingüista fue la recuperación de idiomas andinos desaparecidos; y haciendo uso de sus conocimientos se divertía haciendo algunas tretas como si fuera un geniecillo travieso del bosque. Así develó el origen nativo de determinados personajes cuyos apellidos: Llontop, Kapsoli, etc.; no eran del pretendido ancestro europeo. Otro de sus aportes fue historiar el quechua, clasificar los dialectos y localizarlos geográficamente; por tal motivo, sus conocimientos de los idiomas de los Andes le permitían “adivinar” de qué pueblo de la Sierra eran originarios los migrantes en Lima cuando los escuchaba hablar en quechua. Se sorprendían de tal manera que lo creían “brujo”. También nos previno del traslado mecánico y fuera de contexto de palabras quechuas al castellano, como por ejemplo: kausachun, forma fonética del quechua sureño que significa “viva”, pero de vivir, no de vivar.

No sólo conocía idiomas extintos precolombinos y la historia del quechua; sino, también la historia del español. En ese sentido, era una autoridad para opinar sobre la correcta escritura de la palabra “Cuzco” que suscita encendidos debates, como también ocurre con la escritura de “Méjico”. Para Alfredo, la capital del Tahuantinsuyo se debe escribir con z, según me lo manifestó en una conversación coloquial. Si su opinión la hubiera hecho pública, habría ocasionado escozor en los cuzqueños antihispanistas a ultranza.

Alfredo ameritaba, por sus contribuciones en Congresos y publicaciones en nuestro país y en Europa, un sillón en la Academia Peruana de la Lengua; aunque yo creo que a él no le interesaba tal cosa, como no le interesó adquirir algún bien patrimonial; solo fue propietario de un viejo Volkswagen. Tampoco le interesó hacer carrera académica. Llegó a vicerrector por circunstancias fortuitas.

De sus publicaciones referentes al quechua destaco el libro que apareció en primera edición en 1974 en Lima y la segunda en 1980 en La Habana: El Quechua y la Historia Social Andina. Ambas ediciones agotadas. (En el 2007 salió en Lima una nueva edición). El libro se divide en dos partes. La primera es para lingüistas y en ella emplea la jerga y la simbología propia de especialistas (por lo tanto, yo quedé fuera de juego). Y la segunda es una sabrosa crónica explicativa de los procesos sociales en donde se combina la etnohistoria, la arqueología y la geografía. Está accesible a cualquier profano. (Debemos aprender el método de exposición alfrediano). Para la referida obra se valió de su conocimiento multidisciplinario, unificado por el enfoque marxista. (A esta modalidad epistemológica, Alfredo la llamaba pensamiento sanmarquino). Y pensando como sanmarquino, según sus palabras, escribió su voluminoso libro: Idiomas de los Andes Lingüística e Historia. (1ra. edición2002; 2da. edición 2005)

En los conocimientos de arqueología lo inició su padre; quien había sido un gran aficionado a la arqueología y había caminado desde Barranca hasta Huaral haciendo exploraciones Caral era conocido como Chupacigarro. (Alfredo supone que en ese asentamiento hacían ofrendas, de ahí su nombre).

Alfredo era un maestro de estilo peripatético, caminando o paseando, irradiaban conocimientos a sus alumnos y amigos. De esta manera, lo hemos disfrutado. Al respecto, recuerdo que una vez invitó únicamente a Cecilia, mi esposa en ese entonces, y a mí, a pasar la noche de Año Nuevo en la casa de la arqueóloga sanmarquina Ruth Shady, que en esa época era su pareja. Luego de los abrazos y del brindis con un licor de jengibre (kion) que elaboraba su hermano Domingo, y cuando Ruth y Cecilia se recostaron en los muebles para dormir, salimos los dos a caminar al parque del frente y amanecimos “conversando”; mejor dicho, yo solamente escuchaba y de vez en cuando lanzaba una pregunta.

Su actitud de investigador afloraba en cualquier momento. Así ocurrió cuando le dije que viajaba a Catacaos debido al fallecimiento del papá de mi amigo y extraordinario ceramista José Luis Yamunaqué, me encargó que anotara todos los nombres nativos que figuraban en el cementerio de Catacaos para entregarle la lista al retornar a Lima.

Una vez le dije en broma: ya sé la clave explicativa de tu gusto por la universidad y de que aún no te retires, pues he observado que cuando te encuentras rodeado de alumnas, el azul de tus ojos se intensifica. A pesar que Alfredo respondía al estereotipo del sabio distraído, su relación con las mujeres ha ocupado un lugar importante en su vida. Si bien, algunas mujeres le han causado desasosiego, en cambio, otras han sido sus ocasionales hadas madrinas, lo han salvado de situaciones difíciles o le han dado apoyo emocional para sobrellevar los sinsabores de la vida. Alfredo consideraba la amistad como un alto valor supremo y ha dado muestras de ello.

Cuando anteriormente he dicho que era distraído me refería específicamente a la dificultad que tenía para ubicarse en el espacio urbano. Perdía la noción del lugar en donde se encontraba abstraído en los planteamientos que continuamente proyectaba. Una vez al salir de un supermercado, luego de hacer compras, no recordaba donde había dejado estacionado su carro, creyó que se lo habían robado. “Apareció” el auto luego de medio día de búsqueda. Sin embargo, para otras cosas era “mosca”, como dicen ahora los muchachos.

La participación de Alfredo en los movimientos sociales data desde su época de alumno secundario. Fue cuando estudiaba becado e interno en el colegio Nacional Nuestra. Señora de Guadalupe. Ahí participó en una huelga estudiantil que se transformó en una protesta política. Ya de profesor en la Universidad Agraria La Molina se adscribió a una protesta estudiantil por reformar la universidad y mejorar las condiciones de vida de los obreros de la universidad ya que vivían inhumanamente y los animales como humanos opulentos. La movilización fue reprimida violentamente; la policía violó la autonomía universitaria y, consecuentemente, Alfredo pasó un corto período en prisión en 1972. Lo fui a visitar. En la cárcel era uno de los presos más respetados por los delincuentes. Y no lo era por ser catedrático universitario -aspecto que ignoraban-, sino porque en el verano los presos permanecían con el torso desnudo y Alfredo en la barriga ostentaba las cicatrices de numerosos cortes. No hacía mucho tiempo que lo habían operado de urgencia y le habían reducido el estómago por una peritonitis que se le presentó. Los presos creían que era un delincuente “ranqueado”. La universidad Agraria perdió su contenido humanista; el curso Movimientos campesinos en el Perú, que dictaba, por iniciativa de los alumnos, fue suprimido; lo mismo que la facultad de ciencias sociales, hasta el local fue arrasado.

Alfedo fue crítico del Instituto Lingüístico de Verano, entidad evangelizadora yanqui, asentada en la selva y expulsada por el Gobierno de las FF.AA. presidido por el General Velasco. (Con el cambio de gobierno, fue restablecida). También el ILV se interesó por el quechua. Es que la lengua puede convertirse en vehículo de penetración ideológica, de desintegración social, si poderes externos, como el imperialismo yanqui, la vuelven contra el propio pueblo que la habla. Debe recordarse que con la misma finalidad se creó una cátedra de quechua en la universidad de San Marcos en la época colonial con el objetivo de extirpar las llamadas “idolatrías” y suplantarlas por el catolicismo. Sin embargo, el quechua también tiene otra finalidad, como la tuvo para Alfredo:

Mi interés por el estudio del quechua estuvo enteramente ligado a la preocupación por el cambio social y político en mi país. Para participar en tal cambio, tenía que empezar por comprender al Perú en su diversidad y complejidad; y hacia allí estuvieron dirigidos mis empeños desde mi primera juventud. Por ello, no me limité a hurgar en las lecturas y la realidad solamente lo relativo al quechua y a otras lenguas nativas, sino a tratar de entender la tan varia geografía, la historia de milenios, el hervor de culturas y las agudas tensiones sociales que hacen del Perú países mil. (*)

Cuando fue Vicerrector administrativo de la Universidad de San Marcos (1985-1990) lo invité a mi casa en la Unidad Vecinal No. 3; también había invitado a Miguel Gutiérrez, novelista, y a Fernando Lecaros, sociólogo, historiador y editor. Eran mis amigos más cercanos, pues don Emilio Choy ya había fallecido (1978). Pasado el tiempo, Fernando me dijo: felizmente, yo he sido el único –de aquella reunión amical- que no ha pasado por la Dirección contra el terrorismo (DIRCOTE). Debe recordarse que siendo vicerrector, Alfredo formó una comisión para que asistiera a los alumnos sanmarquinos en prisión con alimentos, medicinas y defensa jurídica.

Al ser capturado por la DIRCOTE los amigos más cercanos de Alfredo nos apersonamos a la Av. España para averiguar sobre su situación y prestarle nuestros servicios. Igualmente, cuando estuvo en una habitación de la clínica Maison Sante bajo vigilancia policial. Nos contó que cuando rescató su carro intentaron asesinarlo, pues le dispararon desde un puente de la Vía expresa y a su auto le habían sacado algunas turcas del aro. Poco después partió al exilio en 1992.

Recuerdo que cuando mis hijos estaban pequeños Alfredo frecuentaba mi casa y medio en broma y medio en serio decía que mi casa se parecía al arca de Noé y a las clases en San Marcos porque mis pequeños hijos estaban presentes alterando el orden e interrumpiendo las conversaciones y no solo eso sino también hasta opinaban de manera diversa sin ningún reparo y sin el control de Lourdes, en ese tiempo mi esposa. Cuando pasó el tiempo la amistad conmigo se hizo extensiva a mis hijos. Tal es así que una de mis hijas fue a visitarlo en Ámsterdam cuando hizo una gira en un electo de baile. Luego se estableció en Paris cuando se casó con un francés. Alfredo al pasar por París se alojaba en casa de mi hija.

Existe un lingüista peruano, patrocinado por institutos norteamericanos, que se convirtió en el Salieri de Alfredo. (No sólo Mozart tuvo su Salieri). Cuando estuvo en una situación delicada, vulnerable, escribió un artículo en la revista Andina del Cuzco contra Alfredo. En cambio, Henrique Urbano, el director de la revista, publicó un artículo haciendo un balance del contenido de las investigaciones en ciencias sociales y, con calificativos extremistas, poco usual para nuestro medio, no dejó títere con cabeza a excepción de Alfredo fue respetado y esta vez, por sus reconocidos méritos de investigador.

Alfredo pertenece a la estirpe de artistas, intelectuales y científicos que han hecho aportes a la humanidad y que a la vez han sido reprimidos por su sensibilidad social y temperamento. Es el caso de nuestros paisanos Mariátegui y Vallejo y de los europeos: Rudolf Virchow, (1821-1902), patólogo, arqueólogo, antropólogo y epidemiólogo alemán, fundador de la patología celular. Autor de un informe clásico de la Salud Pública sobre la epidemia de tifus de 1848 en Silesia Alta, Prusia. El físico francés Paul Langevin que desarrolló en 1905 una teoría sobre la variación con la temperatura de las propiedades magnéticas de las sustancias paramagnéticas basada en la estructura atómica de la materia. (Por si fuera poco, Paul le hizo sacar los pies del plato a la primera mujer que recibió el Nobel). Norman Bethune, el médico canadiense que efectuó la primera transfusión de sangre fuera de la clínica, en el campo de batalla durante la guerra civil española y murió en China militando en la guerrilla maoista.

Cuando Alfredo partió al exilio ya tenía un reconocimiento académico internacional. Por tal motivo, fue acogido como docente e investigador invitado de las universidades de Valladolid, Valencia y Salamanca, del Instituto Cervantes, Alcalá de Henares-Madrid, España. Netherlands Institute for Advanced Study (NIAS), Wassemaar. Holanda. Universidad de Bonn, Alemania. Universidad de Leiden, Holanda. Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), Francia. Universidad de Paris V (René Descartes). Y otras...

Poco antes que partiera de Ámsterdam hacia Valencia donde eligió morir y tenía amigos, sostuvimos una conversación telefónica de cerca de una hora, habló de muchas cosas, pero menos de su enfermedad; no expresó ningún asomo de queja.. Al final, me dijo: me siento algo fatigado, me despido un abrazo Antonito. Hasta para morir supo tener dignidad.

Cuando fueron traídas sus cenizas a Lima de paso hacia Huacho, su tierra natal, se le rindió un homenaje en San Marcos debido a la gestión del historiador Pablo Macera. Asistieron las dos Anitas, es decir, su esposa y su hija. Finalizada la ceremonia invité a su hermano Domingo a la cafetería. Estaba emocionado y quería hacer mi catarsis, Domingo era la persona más adecuada para tal fin. Le solté las aguas represadas de mis recuerdos con plena franqueza. En uno de los pasajes acotó: Alfredo se enamoraba hasta de la mariposita que pasaba delante de él. Este acotamiento cariñoso y elegante de su hermano no vaya a conducir a equívocos puesto que el amor de su vida fue un Perú integral con pendón socialista.

rengifoantonio@gmail.com

Reescrito: 12/07/2011

(*)“Testimonio y lectura sobre José María Arguedas". Conferencia magistral de Alfredo Torero en el Coloquio "José María Arguedas de Antropología y Literatura”. México,1999

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