miércoles, 19 de noviembre de 2014

MI VIEJA RALEIGH

 
Alguna vez, cuando marchaba de la niñez a la adolescencia tuve una bicicleta. 

Me la gané a pulso, en la escuela donde estudiaba. Al final de los estudios primarios no solamente me otorgaron una beca para seguir la secundaria en el glorioso Guadalupe, además, me premiaron con una bicicleta Raleigh por ocupar el primer puesto de mi promoción. 

Mi escuelita monserratina se llamaba República de Venezuela y la Embajada de ese país hermano había tomado en 1958, año de mi egreso, la feliz iniciativa de entregar ese premio al alumno más destacado.

Mi barrio, muy modesto, se conmocionó cuando al cierre de la clausura del año escolar, me vio salir con la bicicleta. Era una verdadera multitud la que tenía tras mi espaldas mientras muy orondo, bicicleta en mano, marchaba  hacia mi casa, no sabía manejarla...

El aprendizaje fue a marcha forzada, teniendo siempre a la patota al lado, la mayoría de los cuyos integrantes, al igual que yo, estaban en nada, nunca habían soñado con poseer una bici. Fue entonces un aprendizaje colectivo, entre porrazos y porrazos.

Uno de los más estusiastas con el aprendizaje fue el "gringo", un vecinito de mi edad que por línea de carrera genética ya comenzaba a despuntarse físicamente y, que se convirtió prácticamente en mi sombra cuando diestro ya en el manejo exigía dedicar más y más horas al pedaleo, lo cual era un imposible.

Lo cierto es sin embargo que hicimos con el "gringo" muy buenas migas hasta que se nos pasó la fiebre del pedaleo y cada cual tomó su rumbo propio en la secundaria, incluyendo, en mi caso, una mudanza obligada a otro barrio.

Del "gringo" no supe más en lo inmediato. ¿Terminó la secundaria? No lo sé. Lo cierto es que del propio Monserrate había desaparecido. Y cuando su figura ya tendía a convertirse en polvo del olvido, un buen día apareció su foto en las páginas deportivas de los diarios capitalinos. Se había convertido en una joven promesa del ciclismo limeño...

Con el tiempo ya no fue simplemente una promesa. No había campeonato ni medalla a nivel nacional e internacional que no cayese en sus manos. Estábamos frente a todo un campeón del ciclismo, que como ocurre en todos los deportes tuvo su buen cuarto de hora.

Frente al "gringo" yo era un chancay de a veinte. Pero de lo que siempre internamente me enorgullecí fue de que el ABC de su deporte lo aprendió en mi vieja Raleigh, a la que recuerdo siempre con gratitud, pero de cual no puedo mostrar ni siquiera una fotografía porque una noche aciaga los amigos de lo ajeno cargaron con ella...

Ladrones irrespetuosos sin duda. No sabían lo que esa bici significaba para mi, ignoraban también que esos fierros y esas 2 ruedas habían alumbrado a un campeón internacional del ciclismo. 

Como decía mi abuelo, así es el mundo puto...



 




No hay comentarios:

Publicar un comentario