LA PLAYA
DE CUCHITA

Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo, sombra veloz,
nubes de espanto, oscuro torbellino de alas,
azules casa en el horizonte
Blanca Valera
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo, sombra veloz,
nubes de espanto, oscuro torbellino de alas,
azules casa en el horizonte
Blanca Valera
En el verano a los niños les gusta la playa, para construir sus castillos de arena, hacer pozos con agua, o excavar en la orilla para atrapar muymuyes.
Eran los años 80 en la quinta, mis amigos se alegraban cuando sabían que iban a bañarse y jugar entre la arena y el mar. Eran las dos y treinta de la tarde, de un día laborable. Mí mamacucha como cariñosamente llamamos a mi abuela materna, me dice "nos vamos a la playa", me fastidió la hora de partida, generalmente la mancha del barrio se iba en la mañana para tener mas tiempo para la diversión.
Viajamos en un micro "grande" de color verde y amarillo llamado por su apariencia el "lorito". Voy hacer un castillo enorme, atraparé muymuyes, haré un pozo grande con agua y llegando al barrio les contaré a mis amigos lo bien que me fue. Era lo que pensaba. Cuando llegamos ¡OH! sorpresa que me llevé, no había arena.
La tristeza acompañada de cólera me invadió. Era una playa con poca gente y yo quería ver muchos niños jugando, había algunos botes de pescadores anclados a orillas del mar, rodeado de un pequeño parque, teniendo como adorno en el centro una escultura en forma de tres pétalos gigantes y todo completamente todo estaba lleno de pequeñas piedra redondas negras o plomas, no había arena. Seguía triste, malhumorado, ahora con que juego me dije. Pero baño tras baño y con el sol frente a mí, con la mirada vigilante de mi abuela, se me fue pasando la rabieta y la pena.
Gordita, chistosa, buena, con anteojos oscuros, así es la mamacucha.
¡MAMACUCHA!,!Mamacucha!, la llamaba para que me observara zambullirme debajo de las olas y salir después, cuando estas hallan pasado. Ella se asustaba, me decía que no entre muy al fondo del mar, pero poco después expresaba una breve sonrisa de felicidad.
Cuando el astro rey se encontraba en su ocaso, era hora de ir a casa.
Mientras caminamos rumbo al paradero veía aviones pequeños hechos de tecnopol que se elevaban por los cielos con el viento del atardecer, pelotitas playeras de colores, sujetas a un hilo y un dulce de forma alargada de color marrón con surcos a los extremos, revestidos de azúcar blanca ¡churros!!ricos churros! gritaba el moreno canoso con gorrita. Así se llama este dulce. La abuela me compró uno, que al probarlo me pareció una de las cosas mas ricas que jamás había probado. Mis amigos cuando me preguntaron a que playa fui, les respondí que a La Punta en el Callao, pero uno de ellos me dijo que ahí no hay arena, que es fea, que no se puede jugar. Me quedé callado, no supe que decirle.
Ahora muchos años después, sentado sobre las piedras plomas y negras, envuelto por la brisa de la nostalgia, le respondo al compañero de juegos, la punta siempre tendrá arena, mientras creo imaginarme a mi hija pequeña preguntarme en su media lengua, ¿Qué playa es papá? la playa de cuchita le contesto, con añoranza y alegría.
Carlos Pacheco M.
Febrero 2010
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